Forzaste quizá demasiado los lazos, pensando que en eso consiste
el amor...
Pedro Guerra
Diciembre 24, 22:00hrs.
Mi mejor amiga
Estábamos preparándonos para cenar en familia, cuando
por una atención elemental, le llamé a La Flaca. La Flaca
es una de esas amigas que un hombre puede tener una sola vez en la vida,
una mujer que podría tranquilamente aparecer en un catálogo
de REVLON y ser perfectamente la causal de un divorcio. La Flaca es una
mujer preciosa, muy delgada pero con un cuerpo perfecto, delineado, fino,
espigado, hecha prácticamente a mano para acabar pronto. La conocí
por casualidad en una audición de teatro, de una obra en la que
yo fungía como director. Estaba muy nerviosa y verdaderamente deseaba
quedarse con el papel principal y aunque al principio no nos tratábamos
gran cosa, con el tiempo y los regaños, dados siempre en un tono
altisonante, nos fuimos tomando cariño, ella extrañada por
mis constantes fracasos amorosos y yo fascinado por su cinismo.
La Flaca era un alma solitaria y cruel que deambulaba por la
vida vengando el nombre de las mujeres contra el machismo y sus especímenes
más representativos. Su belleza era un arma muy poderosa, pero no
tanto como la inteligencia que para sacar provecho de ella, tenía
la muy taimada. Era impresionante ver como decenas de tipos se tiraban
a sus pies para verla pasar y como todos y cada uno de ellos, en el fondo
albergaban la esperanza de ser tomados en cuenta alguna vez como parte
de su interminable lista de candidatos a amigos, novios o lo que fuera.
A mí honestamente, nunca me gustó. Pero no porque
no me atrajera físicamente, no me malinterpreten, si les estoy contando
que la niña estaba hecha a mano es porque la verdad es que estaba
hecha a mano. Es quizá la mujer más hermosa que haya tenido
la oportunidad de conocer. De hecho no he conocido a nadie que tenga la
mirada de inocencia y felicidad que tiene ella en sus profundos ojos cafés
ni su perfecta sonrisa natural abriéndose franca en un abrazo y
que es suficiente para no tener dudas sobre su personalidad o la cascada
de su pelo rizado que sobre sus hombros verdaderamente se miraba como un
manto, como la noche, como el único lugar del universo donde valía
la pena perderse hasta ser descubierto, hasta ser perdonado, hasta morir.
La Flaca era el sueño de muchos mortales que probablemente dedican
sus noches de insomnio a pensar en mujeres como ella, que podrían
estar perfectamente en un calendario de Sports Ilustrated.
Decía que en la realidad nunca me gustó, quizá
porque entendía que en el fondo ella no se trataba de un trofeo,
aunque se expusiera por voluntad propia. La Flaca siempre me representó
lo contrario a lo que su personalidad reflejaba. Para mí era una
mar en calma, un remanso de paz al que siempre podría acudir cuando
no supiera que hacer, era mi segundo de arrepentimiento para llorar por
los pecados cometidos, era mucho más que lo que uno podía
pensar de ella y de su físico formidable, era como mi ángel
guardián que una y otra noche intentaba hacerme entender que no
vale la pena estar solo y se disgustaba conmigo y me regañaba, tal
y como yo lo hacía con ella en los ensayos de teatro. La flaca era
para mí mucho más de lo que representaba para el resto
de los hombres que creían alcanzarla o entenderla y los más
perdidos, conquistarla. Esa era la palabra que no existía
en el vocabulario de mi mejor amiga, porque simplemente nadie podía
con ella. No había modo de conquistarla porque era como querer ver
a un ángel para tomarle una foto, había que ser muy imbécil
para pensar que ese tipo de cosas pueden pasar. Y la Flaca al igual que
cualquier ser celestial de su misma envestidura, dejaba que los tontos
hombres pensaran que podían cambiarla, que la tenían, que
los quería. Yo únicamente miraba, con la sonrisa del cómplice
perfecto que se desentiende y que no sabe nada, con la satisfacción
de saber que era de todos y en realidad de nadie, con la calma de quien
disfruta de una película macabra en donde desde el principio todos
están condenados a morir en forma horrible y más aún,
su condena los ata a morir mil veces por la misma causa, el amor a La Flaca.
Cuando le llamé estaba por salir así que la conversación
que bien pudo extenderse al menos por un par de horas se acortó
y se limitó a ser informativa. Tenía poco más de un
mes desde la última vez que nos vimos en la sala de su casa y la
encontré como no se la imaginan muchos y como muy pocos hemos tenido
el privilegio de verla. No desnuda, sino en la hueva, con un overall espantoso,
unas pantuflas ridículas pero según ella muy cómodas
y sin una gota de maquillaje, un poco enferma de gripa. Platicamos esa
vez de mis planes de los suyos y de sus conquistas más recientes
que iban desde un imbécil niño rico hasta un asesor del gobierno
del estado. La verdad es que disfrutaba más escuchando los pormenores
de su vida que platicando las decepciones de la mía. Cuando me despedí,
la abracé muy fuerte y por primera vez sentí que le pertenecía
a alguien, aunque no el en terreno puramente amoroso. Era algo mucho más
allá; sentí que en sus brazos el tiempo no corría
y que era verdad mi teoría sobre la mar en calma. Al día
siguiente le hablé por teléfono para despedirme, pero la
verdad es que me dolió no verla, no reírme con ella y no
escuchar su voz chillante, que bueno algún defecto debería
tener ¿no?.
La llamada de navidad la hizo muy feliz, pensó que me
había olvidado de ella y pensó también, en guardarme
una venganza para cuando nos miráramos otra vez, pero no. Mis sentimientos
estaban muy cerca de los suyos y antes de caer en sus terribles deseos
malévolos, un yo interior me dijo que le llamara y me pusiera a
sus pies tal y como lo había hecho desde el día que decidí
ser su amigo y ella me permitió serlo.
Le conté lo de costumbre, de mi soledad, de mi desgano
laboral, de lo feliz que soy al lado de mi familia, de los problemas cotidianos,
de mis recientes poesías, mis musas y tristemente le hablé
de Ella. Ese fue el error. A la Flaca nunca le había mencionado
la existencia de alguien que me importara en serio, por lo menos hasta
ese día. Y lo peor es que jamás me había escuchado
tan deprimido por alguien como en esa noche. Su enojo fue más allá
de lo que ordinariamente se molesta. Me preguntó santo y seña
de Ella y yo pues a cada momento entendía menos que era lo que estaba
pasando por la cabeza de mi mejor amiga, la escuchaba maldecir en voz alta
y amenazar con sacar sus peores armas para defender mi honor, como si se
tratara de un caballero andante y yo su dama en desgracia. Aunque lo verdaderamente
terrible llegó después, cuando me preguntó cuándo
planeaba verla. Le contesté que quince días después,
en el cumpleaños de mi hermana. Te quiero mucho, me dijo, cuídate
y nos vemos en tu casa ese día. En un principio no entendí
muy bien que era lo que ocurría ni le presté mucha atención
a sus palabras. Sólo sentí una felicidad extraña por
imaginar que iba a verla, que estaríamos juntos todo un fin de semana
y que la quería mucho, tal vez de más de lo que estaba acostumbrado
a sentir por alguien, tal vez menos de lo que ella estaba acostumbrada
a recibir de los demás. Ahí también entendí
que en esa simbiosis perfecta entre la Flaca y yo había un punto
de contacto que la convertían a un mismo tiempo en mi hermana,
mi novia y mi mejor amiga, sobre todo la hacían mi mejor amiga,
la que jamás volveré a tener y también por mucho,
la más hermosa de todas.
Marzo 10, 22:50hrs.
El teléfono
Cuando Angela habló con Montserrat, un nudo en la garganta
le quemaba cada una de las frases. No entendía porque Él
tenía que ser amigo de La Flaca y peor aún, su mejor amigo.
La historia era muy simple, lo escuchó cantar, le gustó
y días después averiguó que su mejor amiga también
era la mejor amiga de Él. La conclusión fue inmediata. Él
estaba enamorado de la Flaca. ¿Por qué? Porque todo mundo
estaba enamorado de ella, era perfecta, extremadamente perfecta. No había
quien compitiera con su capacidad de agradar e incluso siendo su amiga
había ocasiones en que la incomprensión y el vacío
le tiraban a matar, porque se sentía fea, rechazada, marginada.
Montserrat la escuchó en medio de un mar de sollozos que
únicamente cortaban las ideas y la hacían parecer una verdadera
loca. ¿Cómo es posible que sin haber cruzado una palabra
con Él, sientas que ya no vale la pena intentarlo? Le dijo. Trató
de calmarla y de frenar sus pensamientos extraños de alguna
manera. Tú no lo conoces, le repetía Angela; jamás
me había pasado algo así. Si no me pela te juro que me voy
a morir y algunos otros clichés melodramáticos, fueron las
palabras que sonaron en el teléfono de Montserrat. Tú no
te preocupes, dijo tajante. Te juro que lo vamos a solucionar y vas a ver
como no pasa nada.
Los meses siguientes, la angustia de Angela, disminuyó
sin dejar de imaginar que su mejor amiga, estaba saliendo con el hombre
que ella deseaba para sí. Cada vez que la Flaca lo mencionaba, simple
y sencillamente un dolor le recorría el estómago y le hacía
sentir un odio irreprimible.
Cuando Él se regresó a casa de sus padres. La tranquilidad
inundó el pensamiento de Angela. Parecía como si sus súplicas
hubieran sido escuchadas. Por fin la Flaca iba a dejar de ser un inconveniente.
Ahora el tiempo empezaba a correr a su favor y estaba dispuesta a comenzar
de nuevo, sabiendo que ya no tendría que sentir celos, que ya no
había que preocuparse por la Flaca y más aún, ahora
tenía lo mejor de dos mundos, la amistad y la esperanza.
El tiempo transcurrió más aprisa de lo imaginado y casi
seis meses después de no pensar en Él, de no imaginarlo y
de salir con varios más. La invitación de la Flaca a fin
de año para ir a visitarlo la hicieron sentir que la justicia existía
y que bueno, al menos en ese instante, no había una posible relación
amorosa entre la Flaca y Él. Inmediatamente Angela le habló
a Montserrat que resultó ser hasta vecina del dolor de cabeza de
su amiga y le pidió que fuera tanteando el terreno para averiguar
lo más que pudiera antes de que ella llegara. Montserrat no estaba
muy convencida de servir como mensajera entre ambos pero no tuvo más
remedio que cooperar. Le habló por teléfono y fingió
estar interesada en conocerlo. Aceptó al día siguiente ir
a visitarlo a su casa y platicó con él hasta cerca de la
una de la mañana. Luego se dejó acompañar hasta su
casa, sintiendo que aquella había sido una tarde por demás
extraña, pero muy agradable. Casi a la una y media tomó el
teléfono para hablar con Angela pero colgó después
de marcar, en ese instante se dio cuenta que jamás mencionó
a su amiga en el transcurso de toda la plática. Pensó que
de una forma verdaderamente extraña, averiguó lo que su amiga
le había pedido que investigara pero no para Angela, lo hizo para
ella, pero no supo por qué. De pronto no entendió que era
lo que había pasado. Sintió que en el fondo también
deseaba conocerlo y ese día abandonó la bandera de salvadora
para imaginar por un momento para ella. Una lágrima se le rodó
mientras dejaba el auricular y en su mente sólo hubo lugar para
una pregunta: ¿por qué? ¿Por qué?.
Diciembre 14, 23:50hrs.
El regalo
Cuando uno piensa hacer un regalo para alguien especial, lo más
importante es reconocer que el regalo tiene que ser extremadamente especial.
A veces es estúpido pensar que la naturaleza del regalo puede alterar
en una proporción totalitaria, la imagen o la percepción
que de ti pueda tener la persona que lo va a recibir.
Esto mismo me pasó cuando pensé en "regalarme"
a una persona muy especial. Era de noche. Arturo, uno de mis mejores amigos,
me había prometido ayudarme a fabricar el regalo con el que pasaría
de ser un simple mortal al más feliz de los seres humanos que han
pisado el planeta. Pero para que esto sucediera, me tenía que llamar.
Y no llamaba y no llamaba y no llamaba. Dieron cerca de las dos de la mañana
cuando habló por teléfono para decirme que ya estaba en su
casa y que si quería que terminara con el regalo me esperaba con
una botella de tequila que por supuesto, había preparado con anterioridad.
Apenas ocho minutos después de la llamada, estaba en la puerta de
su casa y dispuesto a esperar hasta el amanecer para terminar el regalo,
una labor muy complicada para dar por resultado un producto muy simple.
Un CD o compact disc si lo prefieren, lleno de palabras y canciones para
la mujer que amaba, según yo, hasta la ignominia, hasta la locura.
Arturo ya con algunos alcoholes encima y más por la comprensión
que arroja la amistad que por un verdadero gusto o una esperanza compartida,
me ayudó a terminar el regalo cerca de las cinco de la mañana
del día siguiente. No había nada más que hacer,
me deseó suerte y se despidió de mí con una sonrisa
fingida. Aún ahora que lo pienso, creo que de alguna manera él
ya sabía como iban a terminar las cosas, creo que sospechaba desde
un principio que la forma no era la correcta y que más allá
de las nostalgias románticas mi proyecto estaba predestinado al
fracaso, tal y como fue.
Llegué a mi casa cerca de las cinco y media y ya no pude
dormir por hacer el arte del CD, es decir, la portada y la contraportada
además de las letras y las dedicatorias de rigor. En ese momento
me pareció imaginarme de pronto la escena en la que ella recibiría
el regalo y con una premura desmedida lo abriría para saber que
no había en el mundo un hombre que la quisiera más que yo.
Que en el momento de darse cuenta del contenido, iba a encontrar pedazos
de mi vida descendiendo por cada una de las letras puestas en el booklet
y por cada una de las palabras cantadas en el CD. Imaginé que la
sorpresa sería tal que quizá no habría poder humano
que la detuviera de abrazarme y de decirme que ella sentía lo mismo
que yo, que también estaba enamorada y que además no tenía
como agradecerme el regalo.
Cerca de las seis y media me metí a bañar y el
agua me golpeó el cuerpo inclemente, como si estuviera tratando
de castigarme por emprender una aventura tan inútil y tan descabellada.
Ya vestido esperé con toda paciencia a que el reloj marcara las
once de la mañana para estar cerca de la hora cero, del instante
definitivo. Y el reloj comprensivo apresuró su marcha de manera
grave dejando que los minutos se escurrieran pero también deslindándose
de toda responsabilidad, como no queriendo participar directamente en el
rompimiento de un sueño perverso y poco edificante.
Cerca de las diez y media de la mañana, la vi llegar al
Gimnasio. Creo que a pesar de no presentar una de sus mejores o por lo
menos más memorables fachadas, la vi más hermosa que nunca
y mi cámara fotográfica no se cansó de retratarla,
de atraparla aunque fuera un segundo. Siempre que se descuidaba le tomaba
una foto y en la mente la alteraba para imaginar su rostro en el momento
de recibir el regalo. La ceremonia terminó cerca de la una
de la tarde y después de aquello la vida para todos los homenajeados
no iba a ser la misma. Se enfrentaban al hecho de convertirse en profesionistas
corresponsables de modificar o dejar pasar la miseria de su propio país
y por lo tanto, los sentimientos se arraigaban a la felicidad y la angustia
de una manera verdaderamente confusa.
Corrí a mi coche y tomé el regalo ya preparado
en una bolsa navideña y toda la cosa. Agregué para que no
fallara la intención y no hubiera lugar a dudas, una carta bastante
elocuente y un libro de Benedetti, no puede fallar en un momento como éste,
pensé. Regresé a buscarla repasando mentalmente cada parte
del sueño consciente de la madrugada anterior, esperando que el
milagro ocurriera de alguna manera, que llegara de algún lado. En
el camino me encontré a mi compadre, participante activo también
de la elaboración del regalo y por lo tanto uno de los principales
críticos. "Qué pendejo eres", me dijo desde el fondo de su
corazón, e inmediatamente todas las circunstancias alrededor comenzaron
a ser claras y terriblemente deprimentes, el cielo se cerró tras
una nube negra que avecinaba la lluvia de tarde. Mi reloj hizo una mueca
que en silencio decía "te lo iba a decir pero..." y hasta la sonrisa
de Arturo tomó un sentido verdadero. Me sentí atrapado, como
en Crónica de un Muerte Anunciada; acorralado por el destino
y terriblemente estúpido, incapaz de imaginar que el resto del pueblo
ya sabía lo que iba a pasar, que era tan lógico que no había
posibilidad de fallo y que sólo yo, en mi ceguera irrefrenable me
negaba a dejar morir el sueño. La bolsa me pesó toneladas,
incluso llegué a pensar que la arrastraba mientras mis pasos se
hacían más y más lentos. Mi compadre me dijo
lo único que yo no había considerado en ningún momento,
que mi idea podía fracasar. Inclusive el regalo me pareció
tormentosamente ridículo en ese instante y la mirada de toda la
gente la sentí pesada sobre mi espalda, como si pensaran uno a uno,
"pobre Imbécil", con mayúscula. Llegué hasta ella,
le di un abrazo por su graduación y le entregué la bolsa
cerrada que no abrió y que claramente no quiso abrir a pesar
de imaginarse que el regalo aquel era terriblemente especial para mí.
"Muchas gracias por todo", dijo y se fue alejando con su familia, sin sonrisa,
sin respuesta, sin haber dicho en ningún momento que me quería,
sin haber saltado sorprendida por el regalo, sin saber que era pero imaginando
que definitivamente tenía que ver conmigo, con mi voluntad de decirle
cuanto la amaba y que ella no quería escuchar. Sin mirar atrás,
donde estaba yo mirando como se me escapaba de entre todas las mujeres
que había conocido y la primera de quien en verdad me había
enamorado.
Enero 4, 08:50hrs.
El Viaje
Aun faltaba una hora para que el avión despegara del aeropuerto
de Cali y Alexa miraba largamente el boleto. Sabía que sus padres
habían realizado un esfuerzo muy grande para pagar el viaje a México
y que tenía muy poco tiempo para llevar a cabo lo que había
estado planeando desde tres meses atrás. Catherine, su prima, ya
estaba al tanto del plan y la apoyaba en todo. Tres días antes de
partir, Alexa había cambiado el vuelo para que arribara a la ciudad
de México y no a Guadalajara como lo habían planeado sus
padres. Estaría allí dos días para buscarlo y si lo
encontraba, probablemente no regresaría jamás a la vieja
casita de Palmilla, donde vio pasar toda su vida hasta que apareció
Él.
En una back pack, llevaba todos los cuentos, poesías y
cartas de correo electrónico que le había mandado en casi
dos años de conocerlo. Las palabras le resbalaron por las manos
y sintió que la tocaba, que de pronto no estaba sola en la sala
A del aeropuerto internacional. Si no que estaba a ocho horas de buscarlo,
de encontrarlo, porque esa era su prioridad, encontrarlo y ser feliz. No
entendía por qué ni como es que las cosas habían llegado
hasta ese punto, sólo sabía que estaba enamorada y que por
primera vez en sus diecinueve años de vida estaba a punto de tomar
la decisión correcta. Se sentía valiente por intentarlo,
como si fuera otra mujer diferente a aquella que antes lloraba porque su
novio no la visitaba en casa. Se sintió reflejada en los escritos
que leía, en las palabras de Paloma Villalobos y en las frases de
Sabines que le escribían como propias sus amigos en la facultad.
Cerró los ojos e intentó ver el cielo de la ciudad de México,
tal y como se miraba en las películas de los cincuentas. Con toda
esa prisa de las grandes ciudades en donde el deseo y el amor se aparecen
de tres en tres en cada esquina. En ese mundo que le había platicado
su prima, tan diferente y tan lejano de las calles asimétricas de
su adorada Colombia. Abrió los ojos y barrió la sala del
aeropuerto, mirando una y otra vez los rostros que en ese instante más
que nunca le parecieron conocidos. Los miró y les pidió perdón,
pidió perdón por el deseo que llevaba atravesado en el pecho
de convertirse en mexicana, de salir de su país para encontrar una
razón para vivir. Les pidió perdón por desear e imaginar
más allá de lo que la mayoría de ellos lo hacía,
por soñar con una nación extraña y con un hombre que
ni siquiera tenía rostro, que jamás hablaba de él
y que sólo escribía desahogos crueles en los que exponía
su deseo infinito de amar y de sentirse amado. Abrió su cartera
y miró largamente el espacio vacío en uno de los portacredenciales.
Acarició largamente el plástico pensando en que muy pronto
ahí habría de estar la foto que le regalara la esperanza
del cuento de hadas y el amor que hasta entonces no había querido
conocer.
La tradicional voz gangosa de todos los aeropuertos anunció
la salida del 717 de Mexicana de aviación que le llevaría
hasta la felicidad después de ocho horas y tres países. Faltaba
tan poco para comenzar a vivir que no pudo evitar soltar un par de lágrimas
de alegría en la puerta del avión. "Se siente bien
señorita", le preguntó la sobrecargo y Alexa la abrazó
impulsivamente. No tiene usted idea de cuan bien me siento, y sabe algo
más: adoro México. Ya sentada en la sección de fumadores
sintió una paz inmensa como si el sueño la hubiera tirado
de la cama para despertarla en otro planeta. Como si de pronto los años
vividos no hubieran pasado y su verdadera historia comenzara a escribirse
a partir de ese momento. El pasajero de junto le pidió perdón
por un pequeño codazo sin intención dado al momento de sentarse
y Alexa no reaccionó. "¿Va a México por primera vez?",
Le preguntó. Si, contestó Alexa. Voy a casarme.
Junio 11, 03:25hrs.
ELLA
La mayor parte de la gente se había ido a dormir después
de una descomunal fiesta que incluyó canciones, bebidas y risas
por cuanto hablamos acerca de las relaciones entre hombres y mujeres. Ya
sin guitarra entre las manos, platicábamos en la mesa del comedor
Jorge, Ella y yo. Jorge se declaró en estado vegetativo y se recostó
en el sillón de la sala quedando automáticamente dormido.
Yo pensé que ya era momento de cerrar la conversación para
que cada quien pudiera dormir tranquilamente y también porque pensé
que apenas nos habíamos conocido, por lo que probablemente no tendríamos
de que platicar. Me preguntó sobre algunos libros que hubiera leído
para recomendarle y yo comencé a hablar sin parar recibiendo contestaciones
que nunca imaginé posibles de una mujer.
He de reconocer que soy un misógino de primera línea
y que por lo tanto, más que repulsión, le temo a las mujeres,
sobre todo a las que piensan. Esa noche el amanecer no fue el mismo cuando
al recibirlo nos encontramos sin sueño y en medio de una plática
extraña, sin rumbo, una conversación que nos estaba llevando
por el descubrimiento de nosotros mismos.
A pesar de que jamás lo dije, me pareció que había
encontrado, sin proponérmelo, lo que tantas veces había deseado.
El alma de una mujer de verdad. Puede ser que ahora a la distancia, me
parezcan más bien figuraciones mías más por necesidad
de encontrar que por una realidad absoluta, pero en ese instante y los
meses inmediatos, sentí un vacío diferente al que acostumbraba.
Una zozobra que sólo se calmaba con verla de lejos, con encontrarla
de vez en cuando y con cruzar un par de palabras que poco a poco se fueron
reduciendo a una frase: Te amo.
El tiempo pasó e irremediablemente me confundí más,
aún no sé por qué. Ella estaba buscando igual que
yo quien la escuchara, la entendiera y sobre todo alguien a quien amar
con todas sus fuerzas. Yo también buscaba pero en el mismo sentido.
Creo que a la larga eso fue lo que pasó entre nosotros, Ella deseaba
amar a alguien bizarramente, hasta el dolor y yo también. Ella no
quiso que la amaran, que la convencieran, que la enamoraran porque siempre
existía la posibilidad de una mentira; como tantas otras que ya
antes había creído y por las que se había dejado llevar
hasta el dolor, hasta la ceguera.
Tengo que aceptar que nunca fue muy expresiva, pero su sonrisa era
todo, sus ojos a veces verdes y a veces cafés se clavaban en la
mirada como buscando verdades o peor aún, encontrándolas.
Un día desesperado le dije que la amaba más que a nadie
en el mundo. Bueno, la verdad es que no se lo dije, pero lo escribí
en una carta y se la mandé inmediatamente. Tardó un par de
días en responderme. No había noticias y yo me imaginé
lo peor, que la iba a perder de un solo golpe, que no hubo razón
para confesar algo que difícilmente iba a creer. Que ya nadie se
enamora a primera vista y todo lo que se piensa en una situación
desesperada. Hasta que me contestó.
Me envió de la misma manera que yo lo hice, una carta con su
perspectiva de nuestra historia, he de decir que la verdad es que me pareció
confusa en casi todos los puntos salvo en uno: No me quería. No
me podía querer, pese a representar en muchos momentos las expectativas
de romance que había deseado o que imaginó desde más
joven. No me quería, porque no. Porque en ese tipo de circunstancias
uno no manda y el corazón no es una bomba que pueda aceptar o expulsar
a capricho a quienes pretenden conquistarlo. No me quería porque
estaba enamorada de otro o de otros, quién lo sabe, porque no fui
o porque simplemente llegué en un momento difícil a su vida.
No me quería porque no podía aceptar la idea de que de la
nada alguien saliera a decirle que la amaba y bueno, ahora que lo pienso
ni siquiera yo lo hubiera creído. Y no me quería por feo.
Bueno, eso creo yo.
Diciembre 31, 20:30hrs.
Dos amigas
La flaca llamó para felicitarme por el año que comenzaba
y para saber como andaba de ánimo. Honestamente no podía
sentirme peor, así que le contesté que bien. En tan solo
cuatro días había intentado hablar con Ella en veinte ocasiones
por lo menos y no había tenido éxito ni una sola vez. Mi
autoestima estaba por los suelos, porque en realidad no me habían
dicho francamente que pasaba en la no relación que teníamos,
únicamente nos habíamos encontrado una vez y ni siquiera
me saludó. Primero lo creí definitivo, pero algo dentro de
mí me pedía no perder la esperanza. La Flaca me conocía
demasiado como para aceptar que le mintiera, así que soltó
rápido lo que había estado planeando desde el día
de navidad.
"Tengo dos amigas, me dijo. Una de ellas te iba a ver tocar casi
todos los jueves pero nunca se presentó ni se acercó ni nada,
es medio timidona pero está perdidamente enamorada de ti así
que la invité para que me acompañe a visitarte".
Lo primero que pensé, fue que mi amiga estaba perdiendo
toda compostura. Yo no tengo bronca de que venga contigo, le dije. Pero
no quieras convertirte en mi Celestina por favor.
La Flaca me dijo que no había problema y que tratara de
no preguntar y dejar que ella interviniera por mi propio bien. Yo no le
pude decir que no y aunque sin mucho ánimo, acepté que trajera
a su amiga que además iba a venir a visitar a una tercera amiga
que, curiosamente vivía en la ciudad.
En ese momento no le di importancia, aunque la Flaca me contó
vida y obra de la amiga que iba a traer y me recomendó que la tratara
bien porque era una niña buena y demás. Me dijo también
que a lo mejor eso era un detonante para que Ella se diera cuenta de que
no era la única en el mundo y que si intentaba ponerla celosa probablemente
caería en mis garras sino por amor, por el despecho. Yo le fui completamente
honesto, no puedo tener tan poca madre como para hacer el mal sin mirar
a quien y en el caso de Ella, pues simple y sencillamente era imposible
intentar una acción de combate que la dañara. No me lo podía
imaginar siquiera. La Flaca, únicamente se rió de mí
y me dijo que no me preocupara que ella tenía todo bajo control.
Al día siguiente me llamó una niña que dijo
ser amiga de la Flaca. Ángela me dijo que se llamaba y que hablaba
para desearme un feliz año nuevo y todo lo demás. Me dijo
que yo no la conocía, pero que ella a través de una amiga
me había escuchado y luego leído en mi página de Internet.
Yo le agradecí la llamada y bueno traté de no darle alas
de una u otra manera, para que no hubiera malos entendidos. Le dije que
no se preocupara por tener a donde llegar y que mi casa era su casa desde
el momento en que la pisara. Se despidió de mí mandándome
besos y abrazos poco comunes entre dos personas que no se han visto nunca.
Lo cual a pesar de ser extraño no me pareció fuera de lugar.
Cinco minutos después de colgar, sonó nuevamente
el teléfono. Esta vez hablaba Montserrat, quien dijo ser amiga de
Angela que a su vez era amiga de la Faca y a quien yo tampoco conocía
pero que había seguido mi naciente y no muy fructífera carrera
de cantautor desde que estaba estudiando y se sentía parte de mis
historias y algunas otras frases descompuestas que no recuerdo muy bien,
sobre todo por la extrañeza de los acontecimientos. Igual que la
anterior, me mandó felicitaciones a llenar y abrazos, besos y demás.
Me preguntó la dirección de mi casa y al dársela,
me dijo que curiosamente éramos vecinos. Vivía a tres cuadras
de mi casa. Me pareció una coincidencia bastante agradable. Sin
pensarlo mucho, le pedí que nos viéramos pasando la celebración
de año nuevo y la invité a tomar un café en mi casa.
Aceptó sin pensar y nos vimos al día siguiente por la tarde.
Contra lo que hubiera podido pensar, Montserrat era una mujer
bastante atractiva. No como la Flaca pero sí muy guapa. De pelo
casi rubio y ojos castaños enormes. Estuvimos platicando e irremediablemente
me pidió que tocara la guitarra. Yo no quise hacerlo, más
por pose que por otra cosa y ella lo entendió. Me dijo que no conocía
a la Flaca pero que había escuchado maravillas de ella por Angela
y que era una suerte que todos nos reuniéramos de pronto, de la
nada. A mí honestamente las extrañezas del año nuevo
comenzaban a parecerme una de esas jaladas del supuesto destino, pero ahora
sí con todas las ganas de volverme loco.
Montserrat se fue casi a la una de la mañana, la acompañé
caminando hasta su casa y la escena me pareció de lo más
raro que había vivido hasta entonces. Hacia mucho tiempo que no
caminaba con alguien, bueno que fuera mujer. Y aunque no lo pareció
en ese instante, el encuentro fue más que reconfortante. Por un
momento no pensé en Ella y de camino a mi casa mi mente sólo
tenía una idea, ¿qué carajos estaba pasando con mi
vida?
Diciembre 12, 23:00hrs.
Ella y Él
Por alguna inexplicable razón, Ella había estado
llorando toda la noche. Miraba el pequeño escenario del restaurante
y sus manos, los labios de Él y todo lo que miraba, parecía
desplazarse en cámara lenta. Cada una de las canciones le golpeaban
el alma y no entendía por qué de buenas a primeras se encontraba
tan vulnerable. Había tomado apenas un par de tequilas y sin embargo
el local entero le daba vueltas una y otra vez.
Sentía que la estaban lastimando, que de pronto al decirle
"te amo" significaba también en el fondo un desalmado "te odio"
y no quería sentirse odiada, no deseaba tener culpa, no quería
salir lastimada.
Conforme avanzaron los minutos, la angustia tocó otros
puntos de su vida y de pronto se encontró con una imagen extremadamente
triste: la soledad. Hasta ese día entendió que terminar con
la escuela no era sólo la cuestión de cerrar un ciclo para
comenzar otro. Para Ella representaba abandonar todo lo que quería
y que había arraigado con mucho trabajo, venciendo incluso principios
que consideraba elementales de su naturaleza. Estaba sola, esa era la verdad.
Miraba a su alrededor y lo que veía era gente que se pertenecía
a sí misma y que podía compartirse con los demás sin
la falsa expectativa de depender uno del otro. Pero Ella había cometido
un error, un error que fue confiar su vida entera a los demás pensando
que los demás iban a estar a su lado por siempre.
Las lágrimas volvieron a aparecer y ahora el escenario
se miraba distante. Una canción más y me muero, pensó.
En ese instante una pausa para descansar del intérprete fue su alivio
automático. Estaba lista para recibir la puntilla, cuando le perdonaron
la vida. Corrió hasta el baño esperando encontrarse aún
del otro lado del espejo. Había malestar físico y moral en
su cuerpo pequeño pero lo que más dolía era la soledad.
En ese instante pensó en aceptar lo que fuera, en dejarse querer
aún a costa del engaño, a pesar de lo que opinaran los demás,
a pesar de no estar dispuesta a correr riesgos. Únicamente por no
quedarse sola y más confundida de lo que ya estaba. Regresó
a la mesa ya más tranquila y escuchó como todavía
un par de canciones más hablaron de Ella y le dijeron con menos
rencor que la amaban. Cerró los ojos y se miró abrazada,
protegida y tal vez hasta un poco feliz, con la tranquilidad de saber que
en cualquier circunstancia había una forma de regresar siempre hacia
unos brazos que la estarían esperando. Que después de todo
la soledad era sólo una parte del camino de crecer y que no tenía
por qué apresurar las cosas.
Cuando el concierto terminó ya no se sentía culpable,
ni tan sola, ni tan triste, ni siquiera responsable del desamor de alguien
más. Se sintió acompañada en sus pensamientos. Recordó
una carta que le confesaba un amor escondido y curiosamente le pareció
ajena, impropia.
Al despedirse lo miró bien y a pesar de la nebulosa de
la tristeza que le hacía arrastrar los pies de salida rumbo a su
casa. Le dijo "Ya ves como me puse por tu culpa", e inmediatamente la responsabilidad
cambió de lugar. Trató de no mirarlo a los ojos para no perderse
y dejó que la besaran tres veces en la mejilla, la primera indiferente,
la segunda comprensivo y la tercera derrotado. En tres segundos, la escena
había cambiado de foco de atención y como si se tratara de
una enfermedad contagiosa, en el primer beso, la tristeza cambió
de lugar y el llanto también. Ahora estaba segura de que prefería
amar a ser amada y para eso Él no era el hombre indicado. Lo miró
abatido por la culpa de haberla hecho llorar, lo miró en medio de
mucha gente terriblemente solo y le pidió perdón en silencio.
Un perdón que nadie escucho y que a partir de ese momento se levantaba
entre los dos como una muralla inmensa que no les iba a permitir acercarse
jamás.
Al salir del restaurante, las miradas y rostros habían
cambiado de posición. Ella sonrió, como si la calle
le permitiera una segunda oportunidad en medio de la desesperación.
Él, dejó de sonreír como si la calle fuera la confirmación
de que en esa inmensidad no había lugar para un hombre solo. Y en
el espejo se quedaron los otros dos, los que llegaron esa noche a encontrarse
y por un momento lo lograron, pero no pudieron con el peso de sus temores
y decidieron abandonarse antes de comenzar.
Enero 8, 16:30hrs.
Las visitas
El autobús llegó puntual a la central más
fea que había visto la Flaca en su vida. Al final de andén,
encontró a su mejor amigo como si no hubiera pasado un día
desde que lo despidió en el estacionamiento de la Plaza Mayor. A
pesar de la felicidad en el rostro de la Flaca, la verdadera emoción
contenida, estaba en el corazón de Angela, que por primera vez estaba
realmente cerca del amor de su vida, bueno, al menos eso pensaba ella.
Bajaron del autobús y el abrazo con giro y mortal al frente
de la Flaca hizo que de pronto hubiera odio en el alma de Angela, a ella
por el contrario, la recibieron con un apretón de manos cordial
y muy propio que no era sino un clavo más en el ataúd de
su ya arraigado dolor. Él cargó las maletas hasta el destartalado
Topaz azul y dentro Angela encontró una silueta conocida: Montserrat.
Las efusiones cambiaron de lugar y a quien le extrañó
sobremanera el hecho fue a la Flaca. Nunca esperó que su mejor amigo
fuera a recibirla con otra mujer, pero lo consideró un hecho fortuito
que únicamente auguraba un fin de semana diferente.
Después de las presentaciones de rigor, las tres amigas
comenzaron a platicar acerca de lo increíble que había resultado
conocerse de la nada, también hablaron de la hermandad que estaba
a punto de formarse gracias a la labor del destino, de las creencias en
la compatibilidad de signos del zodiaco y una serie de temas tan convencionales
que las risas estallaban a cada segundo sin permitir una continuidad en
la plática. En uno de esos silencios incómodos que se forman
cuando los temas han dado de sí, Montserrat tomó la mano
de Él entrelazando los dedos con fuerza y girando el cuerpo como
para permitir que tanto la Flaca como Angela se percataran de que la relación
había avanzado a pasos agigantados en muy pocos días. Él
recibió casi con sumisión la caricia y se llevó la
mano de Montserrat hasta los labios besándola delicadamente, como
con temor de romperla. Angela estalló de pronto y disimuladamente
pasó su mano por el lado contrario del asiento para tomar un mechón
de pelo de Montserrat que tiró hacia atrás con fuerza. Montserrat
grito y Él, frenó para atender el grito.
"Creo que se te enredó el pelo en el cinturón de seguridad
Monse", dijo Angela mientras por el espejo retrovisor, Él miraba
la risa contenida de La Flaca que había visto perfectamente toda
la escena. La mirada de la Flaca se clavó en el reflejo de los ojos
de su mejor amigo e impulsivamente le envió un beso del cual se
percató Montserrat apretando la mano de Él violentamente.
Cuando llegaron a la casa, el viaje se había transformado
en un cargamento de recelos de todas hacia todas. Aunque suene exagerado,
la verdad era que se respiraba desconfianza. Montserrat acompañó
hasta la puerta a las dos amigas y se despidió, diciendo que más
tarde regresaría a platicar con ellas. Él le dio un beso
disimulado en mitad de la boca que apenas y rozó los labios pero
que fue suficiente como para que Angela aventara un bote de shampoo hacia
las piernas de Montserrat, pidiendo perdón por el descuido con la
sonrisa más inocente que pudo encontrar.
Ya instalados, la plática se trasladó a la mesa
de la cocina y ahí la Flaca trató de explicarle el maravilloso
plan que había desarrollado para provocar los celos de la mujer
que había despreciado a su mejor amigo. Angela escuchaba atenta
las recomendaciones de La Flaca sin perder de vista los ojos de Él,
diciéndole en silencio que lo amaba y que la mirara aunque fuera
un momento. Él trató en varias ocasiones de desviar la plática
sin dar mayores explicaciones, pero la Flaca era incisiva y no iba a descansar
hasta no ver cumplida su sed de venganza.
"Me voy a bañar", dijo La Flaca. Y subió las escaleras
aprisa para dejar a Angela sola con Él.
- La quieres mucho
- ¿A quien?
- A La chava de la que estabas hablando
- No sé
- En verdad no lo sabes
- Hace una semana te hubiera dicho que me moría por Ella, pero
ahora, la verdad es que ando muy confundido.
- ¿Y nunca le preguntaste si te quería?
- Si pero no me contestó.
- ¿Qué piensas hacer?
- Nada, olvidarla yo creo.
- ¿Te gusta estar solo verdad?
- Ya me acostumbré
Angela paseó su mano por la mejilla del hombre que le dolía
en el alma. Tratando de sentirse parte de su historia, buscando mezclarse
con los demás personajes en nombre del tiempo que había pasado
esperando el momento para decirle que lo amaba.
- Yo sé lo que se siente amar a alguien y que no te amen.
- ¿De verdad?
- Sí.
Y en ese instante, los labios de Angela se pegaron a la boca
que había soñado, bebiendo la saliva caliente y abrazándose,
aferrándose a no dejarlo nunca, mientras con menos ánimo
de resistir las manos de El se iban enredando en su cintura cada vez con
más fuerza y más y más.
La Flaca bajo en silencio, sabiendo lo que había provocado
y dispuesta a ver el resultado de su obra cumbre. Pero al mirarlos besándose
como si nada importara en el mundo, sintió la boca seca, llena de
un dolor tenue pero muy constante. Como si le hubieran quitado una parte
de su propia vida. Sintió unas ganas terribles de llorar, no supo
por qué, pero la escena se le atoró en la garganta e inmediatamente
subió las escaleras con paso muy lento y medio descompuesto, deseando
no llegar al final, tratando de no llegar a ningún lado. Intentó
sonreír al mirarse al espejo de la cómoda del cuarto de huéspedes
pero no pudo, el llanto le brotó antes que la risa y mientras se
limpiaba las lágrimas se quedó pensando en la felicidad de
su amigo, mejor dicho, en la posibilidad de que Él pudiera
ser feliz, en el amor de su amiga y en la realidad de estar trenzada a
los labios del hombre que amaba y pensó mucho en su naciente soledad
que no decía de dónde había llegado ni por qué.
En ese estado de silencio que le impedía interrumpir la sesión
de arrumacos en la cocina. En una pregunta dolorosa y triste ¿Qué
hay de mí?
Enero 5, 10:00hrs.
La búsqueda
El desayuno continental del fiesta Americana Aeropuerto no era
lo que esperaba encontrar Alexa en México. Tampoco la mirada de
los dos viejillos libidinosos que asistían con frecuencia al hotel
muy temprano para ver que cazaban y a quien podían enredar con sus
malas artes y cuentos de ser hombres de mundo. El café no era bueno
en lo absoluto, pero claro que viniendo de una colombiana pues la crítica
tenía su razón de ser. Sobre la mesa, la mirada de Alexa
repasaba una y otra vez el Atlas de carreteras que había comprado
la noche anterior. Sabía que tenía poco tiempo y no deseaba
en absoluto desperdiciarlo.
"Sólo son noventa millones de mexicanos", bromeó.
Mientras en el mapa señalaba con rojo el punto donde tenía
que llegar: Toluca.
- ¿Cómo llego a Toluca? L e preguntó a un mesero
que iba pasando a su lado.
- Tiene que tomar un autobús en observatorio.
- ¿Está lejos?
- La verdad sí.
- Me das la cuenta por favor.
- Enseguida.
Alexa comenzó a sentir que su camino comenzaba a tener sentido
y mientras pagaba, el latir de su corazón se aceleró imaginando
cada vez más cercano el encuentro con su supuesto destino. En la
caja miró el periódico y compró uno sólo para
asegurarse que las estrellas estaban de su lado. "No es que sea supersticiosa,
pero..." pensó en voz alta mientras en la entrada del restaurante
una voz gritaba su nombre con una emotividad desmedida.
- ¡Alexa!
- ¿Catherine?
Ambas se abrazaron y lloraron como no lo hacían desde aquel
día en que las circunstancias las separaron en el aeropuerto de
Cali. Era una verdadera sorpresa que al menos Alexa no esperaba.
- ¿Ibas a alguna parte?
- A buscarlo
- Ya sabes a dónde
- Ya
- Pues te llevo
- ¿Tienes auto?
- Tengo la tarjeta de crédito de mi padre
- ¿ Y que hacemos con ella?
- Rentamos un auto.
- Estás loca Catherina
- Y re loca como dicen en México.
Salieron corriendo hacia la sucursal de Avis a rentar un convertible
que les sirviera de marco para emprender su aventura. Tal y como lo hubieran
hecho las Thelma & Louise de Ridley Scott. Desafortunadamente el clima
y la sucursal no eran tan benévolos como el destino y se tuvieron
que conformar con un Jetta para emprender el camino.
Catherine sacó de su bolso una guía roji para darse una
idea de cómo llegar a Toluca mientras Alexa preparaba los lentes
oscuros de ambas y la música estruendosa del Estéreo Sony
con caja de diez compactos.
- ¿No tienes discos? Preguntó Alexa.
- No. Pero enseguida los compramos. No creo que tu galán se
vaya a ir a algún lado.
Envueltas en la risa arrancaron el auto rentado para detenerse cerca
del medio día en el Centro comercial Plaza Coyoacán al que
llegaron sin problemas gracias a la ayuda de la guía Roji. Entraron
a la mayor parte de las tiendas y tanto Alexa como Catherine, se volvieron
locas en las compras. Por un momento comenzaron a disfrutar su nueva reunión
y a olvidarse un poco de la misión que hizo a Alexa recorrer la
mitad del continente en su primer viaje fuera de casa.
Cerca de las nueve de la noche las dos mujeres felices subieron
una cantidad descomunal de regalos al auto y coincidieron en que era absurdo
intentar buscarlo de noche, así que encaminaron el rumbo hacia el
aeropuerto con la música de Shakira a todo volumen. Colombianas
al fin. El periférico le mostró a ambas una visión
impresionante de lo que la ciudad de México ofrecía a sus
visitantes. El juego de luces más grande que había en el
mundo. Alexa miró al horizonte la mancha de autos y casas que se
extendían hasta parecer interminables.
- Quiero vivir aquí Catherine
- Ya lo sé.
- No quiero regresar a Colombia
- También lo sé.
- Te extraño a morir.
- Yo también negra.
No había ninguna razón especial que las hubiera separado
antes en Colombia, así como no la hubo en México para juntarlas.
Eran almas que se necesitaban y que sufrían una por la otra. El
destino nuevamente estaba haciendo un papel decoroso al permitirles el
reencuentro, pero ¿quién iba a afrontar las consecuencias?
¿Quién iba a sufrir?
- ¿Qué vas a hacer si no lo encuentras?
- Lo voy a encontrar.
- Y si no es como te lo imaginas
- No puede ser de otra forma.
- Quiero decir que si el físico no te atrae.
- No estoy enamorada de lo físico
- Y si es gordo y chaparro o largo como garrocha
- No me importa
- En verdad estás enamorada.
- Estoy dispuesta a vivir el amor que conocí hace muy poco.
- Ojalá y no te equivoques prima.
Bajaron de auto, abrazadas y cargadas de regalos pensando en esa noche
salir a bailar y divertirse juntas como si jamás se hubieran separado..
Enero 3, 12:00hrs.
El juego
- ¿Tienes novia?
- No
- ¿Pero quieres tener?
- No sé
- ¿Te gusta alguien?
- Me gusta lo que veo
- ¿Ahora?
- También
- Creí que eras tímido
- Lo soy
- No me parece
- Las apariencias engañan.
Era un juego estúpido entre dos que había empezado sin
alguna razón en particular. Montserrat y Él estaban en la
sala de casa de ella jugando a conocerse, pero habían descubierto
un par de cosas que les hicieron tomar con cautela el juego.
Él miraba los ojos profundos y tristones de Montserrat
y ella los escondía, quizá no estaba en las reglas del juego
pero así era como funcionaba.
- ¿Tienes novio?
- Más o menos
- Eso no es posible, ¿tienes o no?
- No
- ¿Pero quieres tener?
- Sí
- Es más grande o más chico.
- No lo sé
- Otra vez.
- Es que lo acabo de conocer
- ¿Y te gusta?
- Mucho
- ¿Qué te gusta?
- Sus manos
- ¿Por qué?
- Por lo que hacen
- ¿Qué hacen?
- Música.
El juego terminaba y entre ambos, la distancia también era un
elemento que estorbaba para dar el punto final a su espera. Un largo beso
hizo posible que se conocieran y supieran todo uno del otro sin palabras.
- ¿Y si no funciona?
- Te mato.
Le dijo por último Montserrat antes de tapar su boca con otro
beso que se prolongó hasta entrada la madrugada, mientras Él
suponía la búsqueda terminada. Como en una película
boba, como en un final con campanas y el letrero The End proyectado sobre
sus cuerpos. No sabía si la quería o no, pero estaba seguro
de que hacía mucho tiempo no estaba tan cerca del amor como en ese
momento. "Te mato", recordó. No sé ni quien es y ya sé
de lo que es capaz. "Te mato".
- Te quiero, le dijo Él.
- Apenas y me conoces
- Entonces no te quiero
- ...
- ...
- No me quieras. No sabes nada de mí.
- ...
- No me quieras
Enero 8, 07:50hrs.
El comienzo
Angela salió del cuarto de Él intentado no hacer
ruido.
- Buenos días, dijo la Flaca que la sorprendió al momento
de entrar en el cuarto de huéspedes
- Buenos días.
- ¿Fuiste a tomar agua?
- Sí
- Y te llevó toda la noche, me imagino.
- Flaca no seas así.
- ¿Así cómo?
- ...
- No tienes madre de veras.
- Estoy enamorada
- Estás loca. ¿Cómo se te ocurre pasar la noche
con Él en su casa?
- No pasó nada.
- Claro. Y yo ya te creí.
- Es la verdad. No quiso que pasara nada.
- Pero te tiraste a sus pies como vil ofrecida
- Y qué. ¿Cuántas veces has estado con alguien
que amas? Tú no tienes ese problema, mírate. Eres la maldita
perfección andando. Yo no.
- No digas tonterías y baja la voz que vas a despertar a todo
el mundo.
- Me tienes que ayudar Flaca
- ¿A qué?
- A quitárselo a Montserrat
- Pero si se supone que es tu amiga
- Si pero ya viste que clase de amiga
- No te entiendo Angela. De veras que no te entiendo.
La flaca se levantó dejando que Angela llorara contra la almohada
toda la frustración y el deseo reprimido de quien no pudo conseguir
lo que se propuso. Bajó las escaleras y en la mesa de la cocina
encontró a su mejor amigo pensativo frente a una taza de café.
- ¿Qué te pasa?
- ¿Por qué?
- Tú no tomas café.
- No me lo estoy tomando. Es sólo para acompañar mi imagen
de confusión.
- ¿Quieres hablar?
- No sé
- ¿Es por Angela?
- No. No es por ella. Bueno, no nada más por ella.
- Entonces.
- Es que siento que soy un pendejo.
- Si quieres que te diga lo contrario va a estar muy cabrón.
- Ayer sentí lo que posiblemente sintió Ella cuando le
dije que la amaba.
- ¿Qué cosa?
- Que no supe como decir que yo no estoy enamorado sin dañar.
Es horrible, pero desee más que ninguna otra cosa no tener culpa
frente a Angela. No quise cargar a cuestas con el dolor de la otra persona
y peor. Me sentí vacío, porque la verdad es que debería
estar enamorado de ella.
- Esas cosas no las puedes decidir
- Pero qué hago entonces Flaca. Me estoy muriendo por quien
jamás me va a querer mientras veo como alguien se muere por mí.
- Eso pasa la mayor parte de las veces.
- No quiero dañar a nadie
- Pues va a estar medio difícil
- Y mientras ¿qué hago?
- Yo tampoco lo sé. Sólo soy tu amiga. Tengo siete años
menos que tú
- Pero como cincuenta mil kilómetros más
- No exageres tampoco.
- ¿Qué haces para enamorarte?
- No enamorarme.
- ¿Que le digo a Angela?
- La verdad
- ¿Y a Montserrat?
- Esa es otra. Mira que muy pinche triste y todo pero bien que te andas
ligando viejas en mi cara ¿no?
- Lo de Montserrat tampoco lo entiendo.
- Yo sí. Creo que le pasó lo que a las mujeres de antes,
le platicaron tanto de ti que acabó enamorándose de mi irresistible
cantautor.
- No te burles pinche Flaca. No ves que estoy en una bronca.
- Pues deberías agradecer que tienes esa bronca ahora que justamente
estabas esperando que te llevara la tristeza.
- ¿Está bien si hablo con Angela?
- Pero más al rato, ya que estén despejados los dos.
- ¿Y con Montserrat?
- Igual. Tienes que tomarte las cosas con calma porque si no te va
a cargar y ahí si ni yo voy a poder salvarte.
- Te quiero Flaca
- Yo también.
Se abrazaron y la Flaca sintió como el río regresaba
a su cauce y como las cosas que pudieron salirse de control estaban regresando
hasta sus manos. Le acarició el pelo y se dejó tomar por
la cintura mientras le besaba lentamente. Era evidente que no deseaba que
sufriera, pero también algo dentro de ella le decía que no
quería perderlo por ninguna circunstancia. Había un amor
muy grande entre los dos que aún no entendían y que desafortunadamente
no había modo de averiguar su naturaleza.
La flaca le levantó la cara y vio sus ojos llorosos y
pequeños clavándose en los suyos. Le besó la boca
como si se tratara de un primo pequeño o de un niño que está
perdido y desesperado por encontrar el camino que lo devuelva a casa. Y
sin pronunciar palabra, dejó que sus labios dibujaran un largo te
quiero. Se dio la vuelta rumbo a las escaleras y dejó a su mejor
amigo frente a la taza de café más solo que cinco minutos
antes, más confundido que nunca.
Enero 8, 11:00hrs.
La llamada
- ¿Bueno?
- ...
- ¿Bueno?
- ...
- Seguramente es la muda.
Dijo Él, mientras regresaba a la mesa de la cocina. Del otro
lado de la línea Catherine miraba a su prima con una incomprensión
terrible.
- No puedo
- ¿Cómo que no puedes?
- No puedo. Tengo miedo de que no quiera verme.
- Pues no viajaste tantos kilómetros para ahora salir con que
no puedes hablar con él.
Catherine tomó el teléfono e insertó la tarjeta.
Alexa miraba como todos los acontecimientos ahora estaban pasando frente
a sus ojos lentamente. Vio como su prima le pasaba el auricular para que
hablara. Es Él. Le dijo.
- Aló
- ¿Bueno?
- ¿Cómo estás?
- ¿Quién habla perdón?
- Acuérdate de quien llora al pie de tu celosía y allí
le sorprende el día y le halla la noche allí. Acuérdate
de quien vive sólo por ti vida mía y que a tus pies volaría
si le llamaras a ti.
- ¿Alexa?
- ...
- ¿Alexa eres tú?
- Quien más iba a creerte los versos que le robaste al Tenorio
- Nunca dije que fueran míos
- Tampoco dijiste que no lo fueran.
- ¿Dónde estás?
- En tu corazón.
- No, en serio.
- Cerca
- ¿Que tanto?
- Treinta metros. Te parece suficientemente cerca
En ese momento el silencio se volvió la atmósfera de
toda la casa. Desesperado aventó el teléfono mientras del
otro lado de la línea Alexa le preguntaba si la estaba oyendo. Salió
de la casa buscando casetas de teléfono y la encontró justo
en la esquina. Frente a un Jetta rojo con las intermitentes encendidas.
Con otra mujer y de espaldas a la calle. Con el pelo profundamente negro
que le caía hasta la cintura y una silueta envidiable. Tal y como
la recordaba en la foto que mandó casi un año antes para
Navidades. Tal y como la describían sus poesías inconclusas
y complejas. Corrió hasta ella y la tomó por los hombros
para mirarla de frente. Tras los lentes oscuros, las lágrimas de
Alexa no pudieron contenerse y la niña en tierra extraña
se sintió más mexicana que ninguna.
- ¿Eres tú?
- Eso espero. Porque no me gustaría ser otro en este momento.
- Te encontré
- No lo puedo creer
- Yo tampoco
- ¿Cuándo llegaste?
- Hace poco
- ¿Y hasta cuando...?
- Nunca.
Alexa lo besó mientras en la puerta de la casa, tres mujeres
miraban cómo el tiempo y el supuesto destino a veces hace bromas
pesadas que uno no puede creer aunque las esté mirando. Recargada
en el auto, Catherine observaba comprensiva como su prima se encontraba
de golpe con la felicidad absoluta que había venido buscando a un
país extraño y como el sueño de algunas personas,
a veces increíblemente se cumple. "Pudo ser más feo", pensó
Catherine mientras encendía un cigarro y miraba los rostros atónitos
de las tres mujeres que regresaban a la casa del hombre con el que su prima
había soñado los últimos dos años.
Enero 8, 14:00hrs.
La confirmación
Después de las presentaciones de rigor, tanto Catherine
como Alexa sintieron el hielo en la estancia de la casa. Había algo
raro en el ambiente que incluso podía tocarse. Alexa estaba prácticamente
ida y era en ese instante como el flavor of the month. El no podía
quitarle los ojos de encima y se le miraba como niño con un juguete
recién traído por Santa Claus. La flaca era quien más
conversaba y quién fingía mejor su malestar frente a la situación.
Esa mañana Montserrat y Angela habían tenido una plática
por separado y no muy extensa con Él, en la cual se habían
establecido los principales errores cometidos entre los tres y las razones
que hacían ciertamente difícil el comienzo, para cualquier
lado. Por lo menos de la forma como se había venido dando. En resumen,
se cortaron los tres y bueno, acordaron darse tiempo para que no hubiera
más malos entendidos. Se perdonaron las amigas y todo parecía
transcurrir de manera pacífica y madura dentro de la casa. Hasta
que llegó Alexa. Entonces la perspectiva cambió e incluso
el hecho de que ella hubiera hecho el viaje desde Colombia sólo
para encontrarlo les pareció poca cosa. La batalla estaba a punto
de comenzar y ya no era ni por amor ni por el futuro, simplemente el orgullo
y el despecho que se agigantaba cada vez que lo miraban abrazar a la niña
colombiana.
El teléfono sonó y contestó la Flaca.
- Un momento... Te hablan, le dijo a su amigo.
- ¿Quién?
- Para lo de la fiesta
- ¿Quién?
- Quieren hablar contigo.
Entonces sintió que algo particularmente raro estaba ocurriendo.
La Flaca tenía sus mañas para hacerle ver que la situación
aún estaba lejos de tener un final feliz.
- Es Ella. Dijo la Flaca mirando seriamente a su amigo.
- ¿Bueno?
- Hola ¿Cómo estás?
- Bien ¿y tú?
- Mas o menos. Oye ¿lo de tu hermana es hoy en la noche o ya
fue?
- No, es hoy.
- Ah, bueno. ¿Tú vas a estar?
- Sí. Yo creo que sí
- Se oye mucha gente. ¿Quién está?
- Son unas amigas de León y ...
En ese momento no supo si decirle que estaba la mujer que lo había
dejado todo por Él y titubeó, lo suficiente para que
Alexa y la Flaca lo notaran más que el resto de la concurrencia.
- ...otras de Colombia
- Que internacional.
- ...
- Oye.
- Mande.
- Podemos hablar en la noche.
- Supongo que si me hablas, probablemente sí.
- No seas sangrón que yo siempre te hablo.
- No siempre, pero si esta noche ocurre, pues entonces sí.
- Bueno, pues nos vemos esta noche y ni creas que te me vas a escapar.
Las palabras a veces dicen tan poco, que la imaginación vuela
por caminos que normalmente no puede recorrer. Él sintió
que al colgar solo se estaba acercando a un terreno muy peligroso al que
no valía la pena regresar. Miró a Alexa y se sintió
bien. Pensó en lo increíble que era y deseó con todas
sus fuerzas amarla tanto como ella para poder dejarlo todo de un solo golpe.
- Ven amor. Le dijo Alexa y estiró sus manos para recibirlo.
- Tengo que hablar contigo.
- ¿Es algo que no me va a gustar?
- A lo mejor
- Entonces no me interesa.
- ¿Por qué?
- Porque no pienso arruinar mi viaje por nada ni por nadie. Y porque
si se trata de otra mujer te advierto que a partir de este instante eres
mío por sobre quien sea.
- No estás siendo un poco definitiva.
- No viajé la mitad del continente para encontrarme con que
hay otra. Lo hice porque sabía desde el principio que yo soy la
única que te ama a morir. Y eso que te quede muy claro.
La mirada de Él se clavó en la alfombra, mientras la
Flaca buscaba levantarla. A pesar de que parecía ser la menos preocupada,
la Flaca tenía un sentimiento de pérdida muy grande. Sabía
que no podría hacer feliz a su amigo, que Angela estaba más
enajenada que enamorada y que Montserrat era sólo una oportunista.
Pero ¿cómo contener a esta nueva integrante del juego? ¿Cómo
competir contra el viaje de una mujer verdaderamente enamorada? Y aún
más. ¿Cómo saber cual iba a ser la reacción
de su amigo ante la presencia de Ella? El fin de semana se estaba complicando
de manera vertiginosa y en esa casa estaba a punto de empezar el verdadero
juego de lágrimas que iba a acabar por arrasar con todo lo que estuviera
de por medio.
La flaca estaba segura de que no había mejor posibilidad
para su amigo que atarse al amor de quien lo seguiría al fin del
mundo como ya lo había demostrado Alexa. Pero también se
preguntaba para sí ¿quién más estaría
dispuesta a seguirlo?
Él, en cambio. Se sentía más confundido
que nunca, sin saber que hacer, enamorado de todas y de ninguna al mismo
tiempo. Desolado y prácticamente infeliz. Pero sobre todo, con mucho
miedo. Con un miedo terrible a perder hasta lo que no tenía y que
ahora era lo que lo mantenía en pie.
Enero 8, 19:00hrs.
La Fiesta
Las complicaciones del encuentro con Ella, lo habían llevado
a desarrollar un plan maestro en el que intervendrían sus hermanos,
sus amigos y algunas veces las cinco mujeres que habían escogido
un mal día para pensar en el amor.
Jorge, uno de los amigos, estaría en la puerta dando los
avisos de que alguna de las cinco andaba cerca o bien llegaba a la puerta.
El Güero distraería a Angela la mayor parte de la fiesta por
considerar que era la de menos posibilidades. Su hermano distraería
a Alexa para que Ella y El pudieran arreglar su situación. El Compadre
se iría sobre los huesos de Montserrat que, bueno, le había
gustado y se ofreció como voluntario para distraerla. Su mamá
trataría de mantener ocupada a La Flaca para que no regara la sopa
y... Faltaba Catherine. Alguien tenía que tomar a Catherine para
que no se percatara de todas las maniobras que iban a llevarse a cabo a
su alrededor. Ese "alguien" tenía que ser el mejor hombre en el
Campo: Spike.
Spike era uno de los mejores amigos de Él. Se había
destacado en las tareas difíciles, llevando a cuestas una reputación
intachable como Don Juan y Latin Lover. Presumía de conquistar a
las mujeres con sólo mirarlas y evidentemente fue en gran parte
el estratega del Plan. El confiaba plenamente en que mientras Catherine
estuviera envuelta en las malas artes de su amigo, las cosas estarían
calmadas y, tendría tiempo suficiente como para permanecer con Alexa
la mayor parte de la noche y aclarar los puntos pendientes con Ella en
algún momento.
Todos los implicados llegaron a la hora señalada. Las
siete en punto. En la casa ya se encontraban Angela, La Flaca, Alexa y
Catherine. Faltaban dos objetivos más, que en el transcurso de la
noche, llegarían con las armas desplegadas. Sobre todo Montserrat
que por la tarde había comentado su antipatía y total falta
de respeto por la visitante colombiana. El primer punto de la estrategia
se cubrió cabalmente. Jorge en la puerta avisó que todo por
el momento estaba claro. El Güero tomó a Angela por sorpresa
ayudándole a poner la mesa de las botanas y cubriendo el campo de
visibilidad lo más que pudo. Spike comenzó a mirar a Catherine
mientras se acercaba hasta ella, como reptando. Buscando el mejor momento
para dar la mordida letal. La mamá tenía ocupada a La Flaca
enseñándole a preparar los canelones y el filete a la mostaza.
Él, tenía cercada a Alexa en un rincón alejado, jugando
a pasar tiempo solos y lejos de la gente. Cerca de las ocho treinta comenzó
el gran relajo de la fiesta. La flaca intentó zafarse para conocer
a alguien que le fuera atractivo y se encontró con el compadre,
que por otro lado estaba a punto de entrar en acción con la llegada
de Montserrat. La mamá la atajó antes de que intentara nada
con el arreglo de la mesa de los refrescos y bebidas. Angela buscaba desesperada
un momento para hablar con Él para quitarse de encima al Güero
de quien ya había adivinado el marcaje personal. Spike ya estaba
en lo propio con Catherine que aunque pensaba que no le era muy simpático,
se dejaba atrapar por sus bromas fáciles y por su irreverencia al
momento de tratarla. "De cada dos palabras que dice, tres son estupideces",
pensó. Pero no se movía de la posición. Ella estaba
bajo control. Montserrat llegó e inmediatamente buscó la
manera de llegar a Él. Con el pretexto del abrigo, llegó
hasta el estudio, justo cuando Alexa se levantaba para ir al baño.
- Tengo que hablar contigo
- Te parece si lo hacemos después
- Tiene que ser ahorita.
- Pero es que...
- No me digas que se pone celosa tu novia la colombianita.
- No es por eso, es que...
- Necesitamos aclarar lo que va a pasar entre nosotros, porque si lo
que estás pensando es que yo...
La verdad es que dejó de escucharla desde la primera frase mientras
buscaba desesperado al marcador asignado para Montserrat. El compadre.
El compadre asomó la cara mientras intentaba dejar con alguien más
a la Flaca que ya estaba haciéndole plática y mientras la
distraía le sugería con movimientos pantomímicos que
la besara para quitársela de encima.
- ¿Me estás escuchando?
- Este, si...yo
Y entonces pasó. Le dio un beso largo y potente que calló
de una vez por todas los reclamos hechos y los que faltaban por hacer.
Un beso con los ojos abiertos que seguían la mayor parte de la escena
en la sala y el comedor de la casa. Un beso que dejó sin habla a
Montserrat y que le decía lo que quería escuchar.
- ¿Te parece si lo hablamos al rato?
- Como tú digas, mi amor.
La estrategia del compadre había funcionado y ahora que ella
regresaba a la sala ya era interceptada por la unidad de rescate que se
planeó desde el principio.
Jorge se acercó hasta el estudio para confirmar que el
último paquete estaba en la bolsa. El comenzó a pasar saliva
copiosamente sin saber a ciencia cierta como actuar. Spike se levantó
de su posición dejando a Catherine envuelta como en un halo y sin
posibilidad de que se saliera del mismo para marcar la calma a todos los
miembros del equipo. Tomó al último paquete por la cintura:
Ella. Y con la mejor de sus sonrisas la llevó hasta donde estaba
Catherine. No cabía la menor duda, Spike era el hombre de la noche.
Alexa regresó después de siete interminables minutos
y en el estudio la interceptó el hermano, claro, impresionándola
con su colección de KCTs y CD´s. En ese instante dio la señal
para liberar el campo y El dejó que Alexa se embobara para intentar
hablar con Ella lo más pronto posible. El camino de casi diez metros
hasta la sala le pareció interminable. Al saludar a la concurrencia
intentó llegar hasta Ella lo más rápido posible pero
fue interceptado en un pasillo por la Flaca que por fin, había burlado
el marcaje de la mamá.
-¿Quién es la maldita?
- No es ninguna maldita y no te voy a decir porque te vas a querer
pasar de lanza.
- Te juro que no.
- Está bien. Es la del pelo corto, medio güero, de nariz
fina y ojos claros.
- ¿Nariz fina? De dónde.
- Deja de criticarla.
- Pues lo único que tiene bueno es el galán con el que
llegó.
- ¿Qué?
Un rayo inclemente se dejó caer sobre la humanidad del hombre
que apenas dos días antes no tenía nada. Al revisar rápidamente
la estancia y el comedor, intentó reconocer a los invitados uno
por uno hasta que encontró a un personaje que no había aparecido
en la historia: El Exnovio.
- Ese es el que te digo.
- Ya sé quien es.
- ¿Malas noticias?
- Ya no importa
- ¿Vas a hablar con Ella de todas formas?
- No lo sé.
Él regresó hasta el estudio, a su posición original,
con Alexa. Saliéndose de los brazos de la Flaca que ahora lo miraba
derrotado caminar lentamente de regreso hasta la mentira, sintiendo como
su amigo se hacía pedazos tratando de engañarse pero sin
dar marcha atrás.
Ella se levantó del sillón donde estaba en animada
plática con Catherine, Spike y el ex, pretextando buscar un trago.
Llegó hasta el estudio y miró a Alexa de espaldas y la cara
de sorpresa del hermano de frente. Él estaba mirando una revista
sin percatarse de la presencia de Ella, sin tomar importancia a la plática
que su hermano y Alexa tenían acerca de salseros y cantores de vallenato.
- Hola. Dijo para congelar la escena, mientras Él se incorporaba
trabajosamente.
- Hola, le contestó.
- Tú debes ser...
- Alexa. Su prometida.
Eso era poco más que el punto final a la inexistente relación.
La cara de Ella cambió radicalmente de una sonrisa ensayada a un
gesto duro y confuso.
- Mucho gusto
- El gusto es mío. Dijo Alexa mientras reanudaba la plática
sobre salseros.
La mirada de Ella se clavó en los ojos de Él. La habían
engañado. Recorrió milimétricamente el cuarto para
saber que lo que estaba pasando en ese instante no era verdad. Encontró
los libros que le habían prestado, las copias del libro sobre Angeles,
un par de letras de canciones inconclusas y la mano de Alexa tomando, no,
encadenando la mano de Él como una esposa de policía.
- Tengo que hablar con Ella amor. Vuelvo enseguida.
- Claro.
Y al decir esto, los ojos de Alexa se transformaron en cuchillos negros
que querían enterrarse en el corazón de la mujer que tenía
entre las manos su sueño.
Caminaron hacia la puerta de salida de la casa y en medio de
la confusión que causaba un chiste de regiomontanos que contaba
Spike, pudieron llegar hasta el jardín. Era el pleno del invierno,
con la luna en cuarto menguante meciéndose frente a los dos cuasi
enamorados.
- Supongo que quieres una explicación.
- Si tú crees que me la merezco.
- No lo sé.
- Entonces no me digas nada y déjame regresar dentro que hace
mucho frío.
- Lo malo es que tenemos que hablar.
- ¿Lo malo?
- Sí
- ¿Qué quieres que piense? Si de buenas a primeras llego
a verte y me encuentro con "tu prometida" cuando hace sólo un par
de semanas estabas enamorado de mí hasta la locura. ¿O ya
se te olvidó tu carta?
- No se me ha olvidado ni una sola palabra
- ¿Entonces? ¿Por qué me haces esto?
- ¿Y tú qué? Ni una palabra, ni una llamada, ni
un correo. Simplemente nada. ¿Piensas que voy a esperar toda mi
vida a que te decidas a andar conmigo?
- Yo no te pedí toda la vida
- ¿Y cuánto más?
- Ahora te puedo decir que te puedes quedar sentado esperándome
porque jamás va a pasar nada.
- ¿Iba a pasar algo?
- ¿Qué quieres decir?
- Exactamente eso. Quiero saber si en realidad ¿iba a pasar
algo?
- ...
- Déjame explicarte esto que todavía no entiendo. Hace
apenas un par de días sentí que tu dichoso destino me estaba
poniendo a prueba y la verdad es que lo estoy confirmando. Esa niña
que dijo ser mi prometida viajó desde Colombia para conocer a un
extraño del que ha estado enamorada desde hace dos años.
Es alguien que me quiere por lo que soy, por lo que escribo, por lo que
canto. No sé si estoy enamorado de ella aún, pero sé
que en su caso vale la pena amarla por creer en mí. Por no esperar
a que todo el esfuerzo, la espera y la angustia la cargara yo.
- No se trataba de dar pruebas de amor o sí.
- Eso me hubieras dicho. Hay cuatro mujeres en esta fiesta que merecen
ser amadas. Que merecen que yo me enamore de ellas por lo que han dejado
atrás para llegar hasta aquí y porque creen en mí.
Y tú llegas como la dueña y señora a reclamar que
yo te he engañado con premeditación, alevosía y ventaja.
- Yo no te pedí que me amaras. Yo no te pedí que hicieras
lo que hiciste por mí. Tarde o temprano habría caído
en tus brazos de cualquier manera por quien eres, por cómo eres.
Pero no me dejaste enfrentar mis propios miedos, tenía que ser cuando
tú quisieras ¿no? ¿Por qué no le reclamas a
esa niña que no te amara desde el primer momento? ¿Por qué
a mí sí?
- No lo sé
- Eres un extraño para mí. No entiendes que no puedes
llegar de buenas a primeras diciendo "Te amo" ¿Tú también
no? Es un proceso.
- Tal vez no puedo pasar ese proceso.
- Entonces no te hubieras metido en mi vida. ¿Quién pierde
con esta guerra? ¿Quién tiene menos?
- No se trata de ganar o perder.
- Hay cuatro mujeres enamoradas de ti y de lo que eres, que a ojos
cerrados te van a aceptar con todo lo bueno o malo que tengas ¿Quién
me tiene a mí?
El rostro de ella se llenó de un llanto denso, silencioso. Ante
la mirada del hombre derrotado por la oscura verdad los sollozos se fueron
haciendo un dolor casi tangible. Él dejó que su espalda se
deslizara contra la pared hasta el suelo completamente indefenso.
- ¿Por qué no me quieres?
- Porque estas muy solicitado y yo quiero un novio para mí.
- Nunca dijiste eso
- ¿Había necesidad de decirlo, carajo? Se supone que
tú de amor lo sabes todo ¿cómo es que no adivinaste
que esto iba a pasar?
- ¿Por qué no me quieres?
- Por desesperado. Por terco. Por lo mismo por lo que te amo y que
tampoco entiendo.
- ¿Por qué nunca lo dijiste?
- No soy como tú. No puedo bromear con mis sentimientos ni mostrarlos
abiertamente. Me gusta ser conquistada pero no sé como reaccionar.
Soy otra persona diferente a ti.
- ¿Y tu ex?
- Quiso venir a postrar su orgullo de macho. A demostrarme que lo estaba
cambiando por alguien que no me quería y que salía perdiendo
con el cambio. Y yo lo traje por lo mismo. Porque pensé que podía
ganarle esta vez y salir de aquí triunfante, contigo.
- ¿Entonces de eso se trata todo esto?
- ¿De qué?
- De una estúpida guerra de orgullos en la que pierde el que
se aguanta más, el que engaña más y el que dice menos.
- Creo que sí.
- ¿Y ganó?
- ¿Quién?
- Tu ex
- No. Yo fui quien perdió.
Ella se dio la media vuelta y regresó a la fiesta sin mirar
atrás como ya se había acostumbrado a hacerlo. La flaca salió
en auxilio de su amigo y se sentó junto a El sin decir palabra.
- ¿Duele?
- Sólo cuando me río.
- ¿Qué te dijo?
- Todo
- ¿Y?
- Y nada.
- ¿Qué vas a hacer?
- Supongo que hablar con Alexa y volverme a quedar solo como un pinche
perro.
- ¿La quieres mucho?
- Con toda mi alma
- ¿Y luego?
- Estamos distantes uno del otro. No nos entendemos ni nos entenderemos
nunca.
- ¿ Te vas a quedar aquí?
- Un rato.
- Te digo algo para que te sientas mejor
- Claro.
- Creo que yo también estoy enamorada de ti
- ¡Flaca!
- Es broma ¿Cómo crees?
La Flaca lo abrazó mientras una lagrimita le desnudaba la mentira.
Tanto lío con la amistad solamente había logrado que se encadenara
al sufrimiento de su mejor amigo que ahora también pasaba a ser
su primer enamorado. Lo había perdido sin decírselo nunca.
Sin que supiera jamás cómo fue que se enamoró y el
esfuerzo que iba a necesitar para olvidarlo todo.
La noche los miró abrazarse y se sintió triste
por ambos, comprendió su estado de soledad flagrante pero no dijo
una palabra, estaba perfectamente consciente de que la pesadilla todavía
no terminaba. El juego de amar es muy cruel porque no hay reglas, porque
súbitamente alguien pierde y alguien cree que gana cuando en realidad
sólo está a punto de perder.
En el interior de la casa, tras la puerta de la entrada. Alexa
escuchó toda la conversación y se sintió más
triste que traicionada. Sabía que probablemente no había
posibilidad de competir con el amor desolado de su hombre, de su amante
por internet. Esperó a que la Flaca regresara a la casa para salir
casi a hurtadillas y recostarse en el estómago de su enamorado.
- ¿Ese es el valor Tenorio del que blasonas?
- ¡Alexa!
- ¿Es esa la proverbial osadía que te da el vulgo a temer?
- Te lo aprendiste
- ¿Y que esperabas que hiciera? Las horas en la distancia son
más largas y yo no tenía cómo recordarte, cómo
saber de ti, cómo llenarme de cosas simples. Nunca caminé
contigo en un parque, ni me tomaste de la mano ni me hablaste al oído.
- Luz de donde el sol a toma, hermosísima paloma privada de
libertad. Si os dignáis por estas letras pasar vuestros lindos ojos
no los tornéis con enojos sin concluíd acabad.
- ¿Y así no querías que me enamorara?
- Alexa yo...
- No lo digas por favor. No me digas que estoy soñando y que
mañana en vez de los cero grados de Toluca, estaré a los
treinta y tres de Cali. No me digas que fue un error y que no tienes con
qué amarme. No me digas nada si no quieres.
- ¿De dónde vienes?
- De la nada. De la irrealidad. De la locura. No sé de donde
vengo pero llegué y llegué por ti.
- ¿No te importa que yo sea así?
- Así cómo. ¿Redondo como una pelota?
- Débil, oscuro, borde, cobarde...
- Torpe que pierdes el ritmo en el baile.
- ¿Pedro Guerra?
- Uno más de tus regalos. Un motivo más para extrañarte
y para hacer el viaje.
- ¿Por qué tú?
- Porque me inventaste. Porque no existo. Porque no soy como las demás
mujeres, porque nací en tus palabras, en la distancia, en otro país,
en otro planeta ¿qué chingáos importa? Como dicen
en México.
- ¿Y si mañana despierto y no estás? ¿Si
todo fue un sueño?
- Entonces no te duermas amor. No te duermas porque vas a despertar
tarde o temprano. No te duermas hasta que me sientas y sepas que soy real,
que existo, que te amo más que a nada en el mundo y que volvería
a viajar desde cualquier lugar para decirte lo que te estoy diciendo ahora,
que te amo.
Era tan definitiva que no hubo más que pensar. No había
dudas al respecto, era tal y como se la imaginaba, era más de lo
que imaginaba. Había un punto en contra, no la quería, pero
quien podía no amarla habiéndola conocido. Era cuestión
de tiempo para saber que tan dispuesto estaba a ser feliz y cuan rápido
podría olvidar que estaba enamorado de otra que ahora también
lo amaba pero que jamás le perdonaría la impaciencia, la
necedad, la duda.
Cuando regresaron a la casa, Ella se estaba poniendo el abrigo
y sostenía con desgano la mano del ex en señal de que las
cosas volvían a su cauce normal. "Todo regreso es imán de
su posición en equilibrio". Dijo en voz baja y con la sonrisa más
fingida que encontró se despidió de quien hasta hace cinco
minutos pudo haberlo hundido en la soledad de su propia vida. Inmediatamente
abrazó a Alexa y se aferró a ella pensando en la nueva necesidad
de amar, de ser amado, de volver a donde nunca antes había estado
y de imaginar.
Ella salió sin hacer ruido cruzando la puerta que jamás
habría de volver a cruzar. Llevándose nada. Llorando un poco,
pero convencida de que la decisión tomada era la mejor. Algún
día tendría hijos o hijas a quienes les pediría luchar
por amor, pero Ella no estaba lista aún para enfrentarlo. Después
de todo el futuro no podría ser tan malo y había más
de una oportunidad en una vida para ser feliz incluso sin amor.
En la fiesta las parejas estaban ya designadas y lo que empezó
como una misión seria se transformó en una bacanal romana.
El compadre se había ya entendido con Montserrat y jugueteaban en
la sombra de la escalera mucho más allá de las palabras.
Spike tenía dominada a Catherine quien había pasado la fiesta
embobada por las artimañas del mejor Don Juan que ha pisado el Estado
de México y por supuesto ya estaba abrazada a él. Angela
había quedado impactada con las aventuras del Güero y ya también
escuchaba las mentiras trenzada en sus brazos y La Flaca, La Flaca estaba
viendo fotos de su mejor amigo cuando era niño junto a la que deseó
con todas sus fuerzas se convirtiera algún día en su suegra.
Bueno, aunque fuera de palabra solamente. Lo justo en una fiesta de desconocidos,
en una reunión extraña que veía venir el amor por
la puerta como si se tratara de un tren de alta velocidad al que era imposible
detener. Al que era imposible no dejar pasar.
Marzo 12, 09:00hrs.
El aeropuerto
Mexicana de Aviación, anuncia la salida del su vuelo número
129 con destino a la ciudad de Cali Colombia. Pasajeros de este vuelo sírvanse
abordar por la puerta A3.
La maleta rodaba a toda velocidad por la alfombra gris de la remodelada
área internacional del Aeropuerto Benito Juárez, en la ciudad
de México. El registro, a pesar de estricto, no había sido
tan exhaustivo como lo esperaba. Ya en el asiento de la sección
de fumar, los recuerdos de aquella fiesta extraña parecían
más lejanos que nunca y sin embargo era imposible borrar tanta lágrima
y tanta felicidad que habían traído. La carta que habían
hecho los amigos para desearle suerte era de lo más divertida e
incluía un árbol de las parejas que se formaron durante la
fiesta. El compadre con Montserrat y fecha de matrimonio fijada en el incógnito
por él y en septiembre por ella. Angela y el Güero, que además
confirmaban el cambio de residencia del segundo a la ciudad de la piel
y del calzado. ¿Boda? Aún era muy temprano para decirlo pero
el tal vez era inevitable. Catherine y Spike que además se había
convertido en el primer novio mexicano de la niña de Colombia. En
un amor a distancia de Guadalajara a Monterrey ida y vuelta, pero con la
solidez de, bueno de nada, porque Spike siempre tiene medios para escapar
al compromiso, pero por lo menos se veían felices. Y la Flaca adorada,
la Flaca que había regresado a la militancia feminista y ahora estaba
saliendo con un importante zapatero que la tenía como reina pero
que en señal de respeto, se retrató sola y escribió
debajo de su foto "aún no pierdo la esperanza cabrón. Te
quiero como a nadie". Tal parecía que el mentado destino a veces
entreteje las cosas para confundir a todo mundo, para inventar que de pronto
lo más increíble puede pasar y lo más lógico
nunca llega. La foto de Ella se escondía en la cartera, como en
la película "Back to the future", borrándose lentamente.
Detrás llevaba escrita una fecha, 19 de marzo. "No pues ya valí
madre", dijo en silencio mientras la regresaba al cajón de los recuerdos
para no dejarla salir en un buen rato. Quizá cuando tuviera hijos
o fuera famoso quién podría saberlo.
El pasajero de junto pidió perdón por un pequeño
codazo sin intención dado al momento de sentarse y preguntó
casi automáticamente. "¿Va a Colombia por primera vez?
- Si, contestó Él. Voy a casarme.
Abel Velázquez