La tensión entre linajes, el destino y
la muerte en "El Sur", de J.L. Borges
Por Federico Genesio


En las primeras décadas de este siglo, un conjunto de críticos literarios rusos (denominados formalistas) desarrollaron la idea de un análisis de la literatura que se basara en sus materiales intrínsecos (procedimientos, métodos, forma, artificios) sin tener en cuenta tanto el historicismo (es decir, la literatura como reflejo de un momento particular de la historia, ya sea social, como político, económico, etc.) como subjetivismo (la idea de literatura como sombra de la propia biografía del escritor) . Un análisis fundamentado y documentado en las propias marcas que la literatura deja en su desarrollo.
Borges ha abogado por esta idea (ignorando seguramente a los formalistas); él a tomado a la literatura como un permanente "texto sin sujetos", es decir, la pérdida de propiedad de los textos: la intertextualidad, que supone que un texto se engendra a partir de otro texto (la literatura se origina en la literatura), contraponiéndose a aquella teoría que aboga por un sujeto voluntario, que habla, que maneja el lenguaje. El lenguaje, para Borges, hace hablar al sujeto, lo que deja entrever que toda lectura es un aparato de transformación de sentido, una operación de develamiento. "Todo episodio, en cuidadoso relato, es de proyección ulterior". Entonces, no existe un sentido de lectura, sino que cada lector recorrerá se propio camino, siempre tomando como material de estudio, el propio texto literario. En esos parámetros está pensado este trabajo: analizar el cuento "El Sur", aparecido en Ficciones (en la serie Artificios, 1944), bajo el estricto límite de sus propias palabras. Por motivos de espacio, se suprime el resumen del relato.
EL RELATO
La hipótesis a partir de la cual está basada esta monografía, afirma que la interconexión de sus dos linajes (por un lado, el paterno, proveniente de lo “extranjero” y por el otro, el materno, marcado por características propias de lo “heroico”) moldean en Juan Dahlmann un continuo camino de idas y venidas, marcado por la fuerte tensión propia de dicha dicotomía. Vamos a especificar, además, cómo esa tensión determina su muerte, y cómo es este el único medio a través del cual Dahlmann consigue la felicidad de fundamentar con el valor y el coraje propio del Sur que le pertenece, el sentirse “hondamente argentino”.
EL LINAJE PATERNO Y LA REALIDAD
El linaje paterno está marcado por la figura de su abuelo (Johannes Dahlmann) quien desembarcó en Buenos Aires en 1871 y era pastor de la Iglesia evangélica. Aquí aparece una primera característica: no sólo en el hecho del acto inmigratorio sino en el apellido mismo, Dahlmann, proveniente del alemán, vemos cómo "lo extranjero" está situado en un lugar central en su vida, en donde aparece la idea de pertenencia a esa cultura foránea. Esto, sumado a que Juan trabaja en una biblioteca (tomando como "biblioteca" a lo libresco, a lo abstracto de la vida intelectual), nos va a permitir armar una idea en relación a qué posición tiene el linaje paterno en su vida: la realidad en la que Juan está inmerso está delimitada y prácticamente absorbida por lo propio de este linaje. Dahlmann vive diariamente en medio de todo lo que concierne a este linaje y la lectura de "Las mil y una noches" (claro ejemplo de lo foráneo) es para él la necesidad a satisfacer, que proviene de este lado de su familia.
EL LINAJE MATERNO Y EL DESEO
Por su parte, el linaje materno está caracterizado, también, en la figura de un abuelo (Francisco Flores), soldado "del 2 de infantería de línea, que murió en la frontera de Buenos Aires, lanceado por indios de Catriel...". Aparece la idea de lo heroico, del coraje propio de una vida desarrollada en los roces, en la guerra, en la importancia de la valentía, el criollismo. Dahlmann siente por esta sangre, un hondo deseo.. La estancia heredada de los Flores se convierte en uno de sus objetivos principales: llegar a ella es para él, no sólo el ir a reponerse de su accidente, sino además es "...la idea abstracta de posesión y (...) la certidumbre de que su casa estaba esperándolo...". Posesión de ese pasado heroico, de ese criollismo al que voluntariamente se suscribe y el cual desea.
LA TENSION DE LOS DOS LINAJES, LA CONTAMINACION Y LAS CONSAGRACIONES POSTERGADAS
Ante este panorama, de por medio, está la figura de Juan Dahlmann, quien tensionado lucha por la "victoria" (metafóricamente hablando) de uno de sus linajes (el materno). Pero ¿por qué surge la tensión? Justamente porque Dahlmann "... se sentía hondamente argentino" cuando su realidad está marcada por otros parámetros. Es decir, a pesar de estar inmerso en una realidad caracterizada por lo propio del linaje paterno (el mundo intelectual, lo libresco, un apellido alemán, el Norte, lo urbano), íntimamente deseaba todo aquello que provenía de la sangre materna: "... una vieja espada, la dicha y el coraje de ciertas músicas, el hábito de estrofas del ‘Martín Fierro’, los años, el desgano y la soledad, fomentaron ese criollismo algo voluntario...". Tiene que luchar contra la realidad, contra el presente. Lo materno está marcado por el Sur y el pasado (particularidad que no encuentra asidero en la ciudad, en donde lo foráneo es moneda corriente).
Pero la lucha se vuelve sumamente confusa porque, a su vez, esa mezcla, esa contaminación interna en la cual está inmerso, se entrecruza permanentemente y, como único medio a través del cual lograr esa pertenencia "heroica" de lo materno (como vamos a ver), aparece la necesidad de su propia muerte.
La figura de lo paterno está edificada en el "libro", ejemplificado en "Las mil y una noches". Dahlmann siente un fuerte deseo por leer este libro, deseo que llega producto de la sangre que lo introdujo en el placer por lo libresco. Esta será su pretensión: leerlo y sentir el placer y lo maravilloso de esas historias.
La figura de lo materno, por su parte, se asienta en "el cuchillo", claro ejemplo de lo heroico, del coraje y propio de lo criollo. Al igual que con "Las mil y una noches", Dahlmann siente un gran anhelo por llegar a la estancia, con toda la connotación (ya explicada) que acarrea. Esa será su pretensión.
Sin embargo, ambas consagraciones se ven postergadas: nunca consiguió ni leer el libro ni llegar a la estancia y esto está marcado por esa dicotomía de linajes. Es decir, Dahlmann ha "elegido" sentirse hondamente argentino. Para ello, tiene que renegar de su costado paterno. Sin embargo, él está educado y vive bajo las exigencias de lo foráneo y disfruta, por ejemplo, de la lectura (acción que dentro del contexto de lo materno no tiene cabida). La resolución de quedarse con el linaje materno lleva consigo la necesidad de "fidelidad" (fidelidad que se entiende en relación a un actuar propio de su universo). Aquí aparece la figura del Destino, quien "Ciego a las culpas (...) puede ser despiadado con las mínimas distracciones". La distracción está marcada por el hecho de que Dahlmann haya deseado y conseguido el ejemplar de "Las mil y una noches" (sabiendo lo que significa la intromisión de la idea de lo "extranjero" en el universo de lo "heroico"). Los trágicos hechos en la vida de Dahlmann se suceden siempre cuando el libro aparece en el medio. Que haya conseguido "Las mil y una noches" y tenga deseos de leerlo, desencadena, en un primer momento, el accidente en la escalera y la posterior sensación de estar en el infierno cuando reside moribundo en el sanatorio, y después, una vez en el almacén, cuando decide abrirlo "...como para tapar la realidad...", luego de que le hubieron tirado la primera bolita de miga, desata, a raíz de las risas de los compadres, la situación que terminará con el duelo. Es importante esta última idea: después de la primera bolita de miga "...Dahlmann, perplejo, decidió que nada había ocurrido", sin embargo, cuando le arrojan la segunda (libro de por medio), se escuchan risas en la mesa de los compadres.
Es el Destino quien toma partida y desencadena el sufrimiento por el que atraviesa Dahlmann (el golpe, los delirios y la internación en el sanatorio), en el primer caso, y el desenlace de la historia (el duelo y la supuesta muerte) en el segundo. Dahlmann no puede ni debe olvidarse de su elección.
LA MUERTE COMO CAMINO NECESARIO
Una vez dentro del propio mundo del Sur (esto es, en el almacén, en medio de un ambiente propio de ese universo) Dahlmann es uno más, perdido en el anonimato. Nada sucede hasta que el patrón del almacén no lo nombra. Al llamarlo por su apellido en medio de ese mundo, lo está identificando ante los demás como "extranjero", por lo que decide hacerle frente a la situación. En esta actitud "heroica", propia de ese universo, el Sur "...que era suyo...", que le pertenece, a través del viejo gaucho que le arroja una daga, decide que acepte el duelo.
La tensión entre los linajes se hace patente: Dahlmann va a pelear sin temor (influenciado por la valentía y el coraje del Sur) pero no sabe utilizar el cuchillo y sabe que va a morir (educado bajo los parámetros del Norte, ese arma se vuelve inútil en sus manos). Pero lo libera la idea de morir en un duelo. Entiende que morir en un duelo está fuertemente ligado a ese sentimiento profundo de llevar la sangre materna y la prefiere por sobre la de hacerlo en un sanatorio (propio de la otra vida con la que estuvo continuamente en contacto).
En consecuencia, es sólo a través de la muerte como Dahlmann aprehende el universo materno. Muerte que tiene su fundamento en que la realidad en la que Dahlmann ha vivido, no lo ha preparado para ese tipo de luchas, pero que a su vez reivindica el valor heroico del valiente que, con coraje, le hace frente a la adversidad, a pesar de las consecuencias.
 


Federico Genesio