En las primeras décadas de este siglo, un conjunto de críticos
literarios rusos (denominados formalistas) desarrollaron la idea de un
análisis de la literatura que se basara en sus materiales intrínsecos
(procedimientos, métodos, forma, artificios) sin tener en cuenta
tanto el historicismo (es decir, la literatura como reflejo de un momento
particular de la historia, ya sea social, como político, económico,
etc.) como subjetivismo (la idea de literatura como sombra de la propia
biografía del escritor) . Un análisis fundamentado y documentado
en las propias marcas que la literatura deja en su desarrollo.
Borges ha abogado por esta idea (ignorando seguramente a los formalistas);
él a tomado a la literatura como un permanente "texto sin sujetos",
es decir, la pérdida de propiedad de los textos: la intertextualidad,
que supone que un texto se engendra a partir de otro texto (la literatura
se origina en la literatura), contraponiéndose a aquella teoría
que aboga por un sujeto voluntario, que habla, que maneja el lenguaje.
El lenguaje, para Borges, hace hablar al sujeto, lo que deja entrever que
toda lectura es un aparato de transformación de sentido, una operación
de develamiento. "Todo episodio, en cuidadoso relato, es de proyección
ulterior". Entonces, no existe un sentido de lectura, sino que cada lector
recorrerá se propio camino, siempre tomando como material de estudio,
el propio texto literario. En esos parámetros está pensado
este trabajo: analizar el cuento "El Sur", aparecido en Ficciones (en la
serie Artificios, 1944), bajo el estricto límite de sus propias
palabras. Por motivos de espacio, se suprime el resumen del relato.
EL RELATO
La hipótesis a partir de la cual está basada esta monografía,
afirma que la interconexión de sus dos linajes (por un lado, el
paterno, proveniente de lo “extranjero” y por el otro, el materno, marcado
por características propias de lo “heroico”) moldean en Juan Dahlmann
un continuo camino de idas y venidas, marcado por la fuerte tensión
propia de dicha dicotomía. Vamos a especificar, además, cómo
esa tensión determina su muerte, y cómo es este el único
medio a través del cual Dahlmann consigue la felicidad de fundamentar
con el valor y el coraje propio del Sur que le pertenece, el sentirse “hondamente
argentino”.
EL LINAJE PATERNO Y LA REALIDAD
El linaje paterno está marcado por la figura de su abuelo (Johannes
Dahlmann) quien desembarcó en Buenos Aires en 1871 y era pastor
de la Iglesia evangélica. Aquí aparece una primera característica:
no sólo en el hecho del acto inmigratorio sino en el apellido mismo,
Dahlmann, proveniente del alemán, vemos cómo "lo extranjero"
está situado en un lugar central en su vida, en donde aparece la
idea de pertenencia a esa cultura foránea. Esto, sumado a que Juan
trabaja en una biblioteca (tomando como "biblioteca" a lo libresco, a lo
abstracto de la vida intelectual), nos va a permitir armar una idea en
relación a qué posición tiene el linaje paterno en
su vida: la realidad en la que Juan está inmerso está delimitada
y prácticamente absorbida por lo propio de este linaje. Dahlmann
vive diariamente en medio de todo lo que concierne a este linaje y la lectura
de "Las mil y una noches" (claro ejemplo de lo foráneo) es para
él la necesidad a satisfacer, que proviene de este lado de su familia.
EL LINAJE MATERNO Y EL DESEO
Por su parte, el linaje materno está caracterizado, también,
en la figura de un abuelo (Francisco Flores), soldado "del 2 de infantería
de línea, que murió en la frontera de Buenos Aires, lanceado
por indios de Catriel...". Aparece la idea de lo heroico, del coraje propio
de una vida desarrollada en los roces, en la guerra, en la importancia
de la valentía, el criollismo. Dahlmann siente por esta sangre,
un hondo deseo.. La estancia heredada de los Flores se convierte en uno
de sus objetivos principales: llegar a ella es para él, no sólo
el ir a reponerse de su accidente, sino además es "...la idea abstracta
de posesión y (...) la certidumbre de que su casa estaba esperándolo...".
Posesión de ese pasado heroico, de ese criollismo al que voluntariamente
se suscribe y el cual desea.
LA TENSION DE LOS DOS LINAJES, LA CONTAMINACION Y LAS CONSAGRACIONES
POSTERGADAS
Ante este panorama, de por medio, está la figura de Juan Dahlmann,
quien tensionado lucha por la "victoria" (metafóricamente hablando)
de uno de sus linajes (el materno). Pero ¿por qué surge la
tensión? Justamente porque Dahlmann "... se sentía hondamente
argentino" cuando su realidad está marcada por otros parámetros.
Es decir, a pesar de estar inmerso en una realidad caracterizada por lo
propio del linaje paterno (el mundo intelectual, lo libresco, un apellido
alemán, el Norte, lo urbano), íntimamente deseaba todo aquello
que provenía de la sangre materna: "... una vieja espada, la dicha
y el coraje de ciertas músicas, el hábito de estrofas del
‘Martín Fierro’, los años, el desgano y la soledad, fomentaron
ese criollismo algo voluntario...". Tiene que luchar contra la realidad,
contra el presente. Lo materno está marcado por el Sur y el pasado
(particularidad que no encuentra asidero en la ciudad, en donde lo foráneo
es moneda corriente).
Pero la lucha se vuelve sumamente confusa porque, a su vez, esa mezcla,
esa contaminación interna en la cual está inmerso, se entrecruza
permanentemente y, como único medio a través del cual lograr
esa pertenencia "heroica" de lo materno (como vamos a ver), aparece la
necesidad de su propia muerte.
La figura de lo paterno está edificada en el "libro", ejemplificado
en "Las mil y una noches". Dahlmann siente un fuerte deseo por leer este
libro, deseo que llega producto de la sangre que lo introdujo en el placer
por lo libresco. Esta será su pretensión: leerlo y sentir
el placer y lo maravilloso de esas historias.
La figura de lo materno, por su parte, se asienta en "el cuchillo",
claro ejemplo de lo heroico, del coraje y propio de lo criollo. Al igual
que con "Las mil y una noches", Dahlmann siente un gran anhelo por llegar
a la estancia, con toda la connotación (ya explicada) que acarrea.
Esa será su pretensión.
Sin embargo, ambas consagraciones se ven postergadas: nunca consiguió
ni leer el libro ni llegar a la estancia y esto está marcado por
esa dicotomía de linajes. Es decir, Dahlmann ha "elegido" sentirse
hondamente argentino. Para ello, tiene que renegar de su costado paterno.
Sin embargo, él está educado y vive bajo las exigencias de
lo foráneo y disfruta, por ejemplo, de la lectura (acción
que dentro del contexto de lo materno no tiene cabida). La resolución
de quedarse con el linaje materno lleva consigo la necesidad de "fidelidad"
(fidelidad que se entiende en relación a un actuar propio de su
universo). Aquí aparece la figura del Destino, quien "Ciego a las
culpas (...) puede ser despiadado con las mínimas distracciones".
La distracción está marcada por el hecho de que Dahlmann
haya deseado y conseguido el ejemplar de "Las mil y una noches" (sabiendo
lo que significa la intromisión de la idea de lo "extranjero" en
el universo de lo "heroico"). Los trágicos hechos en la vida de
Dahlmann se suceden siempre cuando el libro aparece en el medio. Que haya
conseguido "Las mil y una noches" y tenga deseos de leerlo, desencadena,
en un primer momento, el accidente en la escalera y la posterior sensación
de estar en el infierno cuando reside moribundo en el sanatorio, y después,
una vez en el almacén, cuando decide abrirlo "...como para tapar
la realidad...", luego de que le hubieron tirado la primera bolita de miga,
desata, a raíz de las risas de los compadres, la situación
que terminará con el duelo. Es importante esta última idea:
después de la primera bolita de miga "...Dahlmann, perplejo, decidió
que nada había ocurrido", sin embargo, cuando le arrojan la segunda
(libro de por medio), se escuchan risas en la mesa de los compadres.
Es el Destino quien toma partida y desencadena el sufrimiento por el
que atraviesa Dahlmann (el golpe, los delirios y la internación
en el sanatorio), en el primer caso, y el desenlace de la historia (el
duelo y la supuesta muerte) en el segundo. Dahlmann no puede ni debe olvidarse
de su elección.
LA MUERTE COMO CAMINO NECESARIO
Una vez dentro del propio mundo del Sur (esto es, en el almacén,
en medio de un ambiente propio de ese universo) Dahlmann es uno más,
perdido en el anonimato. Nada sucede hasta que el patrón del almacén
no lo nombra. Al llamarlo por su apellido en medio de ese mundo, lo está
identificando ante los demás como "extranjero", por lo que decide
hacerle frente a la situación. En esta actitud "heroica", propia
de ese universo, el Sur "...que era suyo...", que le pertenece, a través
del viejo gaucho que le arroja una daga, decide que acepte el duelo.
La tensión entre los linajes se hace patente: Dahlmann va a
pelear sin temor (influenciado por la valentía y el coraje del Sur)
pero no sabe utilizar el cuchillo y sabe que va a morir (educado bajo los
parámetros del Norte, ese arma se vuelve inútil en sus manos).
Pero lo libera la idea de morir en un duelo. Entiende que morir en un duelo
está fuertemente ligado a ese sentimiento profundo de llevar la
sangre materna y la prefiere por sobre la de hacerlo en un sanatorio (propio
de la otra vida con la que estuvo continuamente en contacto).
En consecuencia, es sólo a través de la muerte como Dahlmann
aprehende el universo materno. Muerte que tiene su fundamento en que la
realidad en la que Dahlmann ha vivido, no lo ha preparado para ese tipo
de luchas, pero que a su vez reivindica el valor heroico del valiente que,
con coraje, le hace frente a la adversidad, a pesar de las consecuencias.
Federico Genesio