Escribe, e inscríbete.
Habla de letras
y yo tal vez tendré sed;
descríbete, entra,
desnúdate; no habrá
manera de inspirarte
si no estás contigo misma...
mujer.
Violéntame, vísteme con
tus manos y piernas; sí no te veo
no importa. Reencarno en las
venas del placer.
Olvídame pero no me dejes,
sólo ponme azúcar en las
sienes y a las costillas hazlas
dormir con en el vientre.
Pregúntame callada con tus ojos
sí es cierta la mañana y su frío punzante;
Báñate de injurias, corre al oído,
Imperante. Riégate de fábulas
y de Perfume, Perfume del amante.
Devórame y sáciate de vino y miel...
¡por eso te digo que me dejes
a la deriva de tu piel!
Y la sangre agridulce
del purgatorio va,
los demonios van,
los ciervos van,
y el hombre se empeña
a quedar atrás, en sus diálogos fraguados de
sacrílegos rezos.