Estos poemas son parte del poemario "Espejismo", publicado en junio de 1999
"De conversaciones con Silvio Rodríguez"
I
Por qué busco
el sol en esta noche,
la civilización en este bosque,
me pregunto.
Creo que ya entiendo,
mi soledad
está llena de ventanas
que no encuentro.
La sonrisa que busco
está en un mar sin frutos
junto a minutos
que se me escurren.
Mis ojos están cansados,
hombres atrapados
en una guerra ciega
empezada por torpeza.
Hoy me cuestiono
si el mundo está despierto
en medio de un desierto
de intentos absurdos.
"Desde el monte"
En las líneas empiezan
miles de cadenas
que cesan
lo verde,
lo blanco.
Allí,
en ese centro,
encuentro mi pan.
"Una flor blanca"
A veces la pelota no gira
y los sueños
dejan de ser juegos
y la vida termina.
Y quedan sola las lágrimas:
sin ojos, sin caras.
Y el corazón deja su prisa;
descansa su momento,
se lleva un huerto
de colores pálidos.
Y el mar se acerca,
trayendo olores.
Y le abres las olas de tu playa,
inconscientemente,
y se ahoga en la arena
todo este polvo.
"La puerta"
La puerta se cierra y se abre
con el viento,
con el aliento de unas manos.
La puerta se cierra y se abre
entre la esperanza y la soledad,
entre la vida y la muerte.
La puerta se cierra y se abre
debajo del vacío montañoso,
debajo del abismo iluminado.
La puerta se cierra y se abre
desde el ojo sabio
desde el corazón ciego.
La puerta se cierra y se abre
al lado de un hombre con hambre
al lado de una flor de cemento.
La puerta se cierra y se abre
siempre anunciando una mirada,
siempre señalando una sepultura.
La puerta se cierra y se abre
bajo el dominio del más fuerte
bajo el gemido del hambriento.
La puerta se cierra y se abre
sin darse cuenta
sin escuchar las súplicas.
La puerta se cierra y se abre
tras el suspiro de un beso,
tras el olvido de unos lienzos.
La puerta se cierra y se abre
atacando conucos de gentes,
atacando sueños de niños.
La puerta se abre y se cierra
siempre,
siempre ha sido así
en mi mente.
"(De) Sonetos: Nueve expediciones"
I
Si tan sólo pudiera
tumbarle el jumo a mi pueblo.
Si tan sólo entendiera el juego,
éste juego de acuarela.
Si la vida entendiera
que no sólo se aprende con fuego.
Si ella pudiera concederme el sueño,
este sueño que llega como la cigüeña.
Si pudiera conocer agua y tierra
la sabiduría de la vieja,
la inocencia de un niño.
Si pudiera saborear el vacío, la cima,
la locura de esta herida
y la fuerza de este siglo.
"IX"
Y la fuerza de este siglo,
quedará atrás, como mi imaginación.
Se olvidarán de mi energía,
seré ya un viejo inútil.
Y los hijos, mis libros,
olvidarán que fueron mi motor.
El polvo adornará sus hojas, monótonas.
Y moriré como ellos; sin frutos.
Pero no pienso matar el tiempo,
ni recobrar los instantes;
tan sólo espero la noche.
Pero no quiero guardar recuerdos,
ni donar los lienzos;
tan sólo espero la muerte.
"VIII"
Si pudiera saborear vacío, cima;
llegaría, tal vez, a ser humano.
Y, aunque no, no sería en vano.
Seguro estoy de mi espina.
El pájaro vuela sobre la alabanza,
el hombre camina el sendero estrecho,
el pobre sueña bajo el tormento
y nunca se queja de su matanza.
Pero aún vale ese sueño inútil,
más que mi arropo fútil;
y no me quejo, somos humanos.
Y ese sueño, criado en lo sutil,
lleva en su adentro más que fusil;
y sigue sueño, acariciando manos.