¿Perseguido? 
por Cristián León


 

Las sirenas tronaban detrás suyo mientras pintaban de rojo su espalda y el suelo mojado; salpicado de estrellas. Oprimido el pecho, respirando hielo y miedo, la sombra gritaba mentalmente a sus piernas, que apenas y podían seguir. 

Al entrar al callejón, el vapor de una alcantarilla lo cubrió por completo con su fétida tibieza. Dejó que su cuerpo se cayera, como una marioneta, y cerró la boca hasta que las mandíbulas le dolieron por la presión. Rogó para que la nube que pasaba delante de la luna se mantuviese así un par de segundos más.

Los perros pasaron. y los taconeos y las voces ásperas le siguieron. Finalmente, las luces rojas barrieron la oscuridad. Segundos después, el silencio más absoluto lo abrazaba con sus gélidas manos. Estaba a salvo. 

La sombra respiró hondo, y pesadamente se puso de pie. Sus manos temblaban, y las marcas en su piel brillaban bajo la luna que salía triunfante en un cielo opaco y gris. Un cielo de invierno que lo vio perderse calle abajo como un ladrón en la noche. 

Al llegar a Morandé, la silueta apretó su huesuda espalda contra la pared y sintió el frío de la piedra en los lugares donde la ropa ya no existía. El frío; ese punzante y omnipresente frío, ya le había quitado toda sensación en las manos, que inertes le colgaban a cada lado. ´Aún no me ven´ murmuró. Como intentando convercerse de que esas luces que se hacían más grandes y alargaban la sombra de sus dedos en la piedra mojada no venían a por él. A por el último ser humano del mundo. 

Santiago. 22 de Diciembre de 1999, 4:40 pm.