La savia seca de la libertad
por Samuel Sotillo Hermoso


Dedicado a mi pueblo, Venezuela
que se juega su libertad


Cuando la savia se seca
 no hay camino de regreso para la vida,
Un agujero enorme carcome la razón
Y la bruma pare a un centenar de lobos
 disfrazados de caperucitas,
Y tú la libertad la sellas en un cadalso
Con su savia dura
 quemada por el recuerdo;
Y un lobo caperucita se destaca
Aullando desde la colina que mira flores
Vestido
con su peluquín carmesí y tu cesta de esperanzas;
Horas eternas su rugido espanta las manecillas del tiempo
Fuego y plomo advierte con luces de ira
¡No hay marcha atrás!
El fuego se escurre y su llama trasquila la calma
Un hálito eterno de odio seca los labios
El silencio se despelleja
El mismo Dios sucumbe ante el odio de las tripas;
Tú corres titilando de rabia
Huyes
 y dejas en el abandono al que te busca;

No puedo agarrarte
Detener tus días de gemido,
En miles de voces se confunde la verdadera pista,
El lobo que no es caperucita
Los cubre con un humo denso de deseos
Un maná amargo de miedo y petulancia;

Un gobierno del pueblo
y una noche de sudor hediondo;
¡Falso!
Mi pueblo está ciego bajo el embrujo de la risa
La sangre se le hace hielo
porque le matan la esperanza,
Y otra revolución sirve el propósito de secar su savia;

Los meteoros vienen vacíos de deseos
La noche es muy corta y muere en la bruma
El Sol  nunca sale
 y muere eternamente en su condena,
Porque la bruma veraz lo empaña todo,
En medio de esa noche de tiempo negativo,
Tú estás en la luz
 oculta, lejos,
Y haz manchado el camino de regreso
Empapado en la saliva inmunda
 entre dientes, del lobo caperucita;

¿Por qué me abandonas amiga?
¿Es qué nunca habrá fin para la desdicha?
El pecado de Colón condena eterna
nuestra sangre,
Al odio esclavo del egoísmo enhiesto
A miles de lobos gigantes
caperucitas,
Roedores minúsculos
que carcomen nuestras tripas de vidrio;

Ya casi no tengo esperanzas
Es que
¡también te has llevado el hacha!
Tú eres ingrata amiga,
Porque el hombre fue parido del sudor
Y sólo sus manos pueden secarlo
Con costras de sangre de patriotas
 derramada inútilmente;

Yo ese camino no quiero
Y antes muero de frío
 antes de ver mi sable sepultado en mi hermano,
Con ojos enardecidos por la bruma;
¿Por qué me temes amiga?
No hay lobo caperucita que valga tu savia seca
aunque lo esté tanto como el frío.
 

Samuel Sotillo Hermoso
29/11/1999