El día de Miguel
por Alberto Sánchez Danza
 

 Un día, un solo día del otoño de mil novecientos noventa y siete. Un día demasiado frecuente en el gran Buenos Aires.

  Los hombres como ése que tenía frente a él le producían escozor, no podía dejar de pensar que tratarían de embaucarlo. Miró su reloj: las once, había esperado más de una hora. Miguel sabía que era sólo el principio, ya había pasado por esto.  El hermano de su esposa lo había prácticamente empujado hasta allí.
 — Tranquilo Suárez, usted siga mis indicaciones y se va a encontrar con una suculenta cantidad de dinero.
 — Sí doctor, pero... —él quería explicarle que era ahora, que no tenía dinero.
 — Le aseguro que con esto —levantó del escritorio la carpeta con su nombre en la solapa-, en tres o cuatro meses se va a poder comprar un cero kilometro. Pero tiene que seguir mis consejos al pie de la letra: no me pise más el supermercado, explíquele a su señora lo que le dije y el lunes lo espero aquí para firmar los papeles.
 Miguel vio como el fino traje, brillante y sin una arruga, se levantó y le palmeó la espalda. Sintió las puñaladas, con gran esfuerzo reprimió los deseos de contraer el hombro y esquivar la mano. Al salir, contestó con igual falsedad la estereotipada sonrisa.
 “ Renuncio por propia voluntad, habiendo percibido todos mis haberes...”
 — ¿ Qué pasó Suárez ? —preguntó el inexpresivo rostro desde detrás de los anteojos y los abundantes mostachos.
 Él, con la cabeza gacha, tardó en contestar:
 — Es qué... usted sabe que el encargado de la noche me persigue. No se por qué, ya se lo dije cuando fue lo de la otra vez...
 — Mejor no hablemos de lo de la otra vez. Usted lo amenazó con un pinche...
 — ! Si, pero él primero me tiró con una rejilla a la cara ¡ —interrumpió Miguel indignado.
 — Bueno Suárez, no entremos en discusiones estériles. Tenemos un problema, lamentablemente usted no puede trabajar más aquí... Como mínimo reconozcamos que tiene un problema personal con uno de los supervisores, y yo no creo que se resuelva, además hay un antecedente...
 — Sí, pero yo... —trató de volver a interrumpir Miguel.
 — Déjeme terminar, por favor. Usted sabe que no puede reanudar sus tareas, volvería a chocar con Bagliati, y el problema podría ser aún mayor.
 — No sé por qué me tiene tanta bronca —comentó Miguel meneando la cabeza.
 — Le voy a proponer algo: aquí tengo su liquidación —miró unos papeles— si nosotros lo despidiéramos sin causa, cosa que no es verdad, a usted le corresponderían dos mil doscientos pesos por todo concepto, incluido el mes de sueldo, aguinaldo y vacaciones proporcionales...
 El jefe de personal notó que Miguel lo miraba con la boca abierta, extrañado, como si no tuviera nada que ver con lo que estaba hablando.
 — ¿ Me sigue Suárez ? —continuó ante el asentimiento dado con la cabeza— La empresa le ofrece un porcentaje del dinero, eso está establecido, yo no puedo modificarlo, serían mil ochocientos pesos...
 — ¿ Y qué hago yo sin trabajo ? eso no me va a durar nada... son casi cuatro años que trabajo acá, y siempre cumplí ! Hasta que éste ...!
 — No hablemos más del pasado Suárez, piense en lo que le digo...
 — ¿ No puede ser un poquito más de plata ?
 — No puedo Suárez, yo no soy el dueño de la empresa, es el máximo que le puedo pagar... Lo que si, en efectivo, me da dos días para arreglar los papeles y después de firmar se lleva la platita en el bolsillo... por lo menos con eso tiene para tirar unos meses hasta que consiga algo.
 — Es que me dijeron...
 — ¡ Ah ! ya anduvo averiguando... Seguramente alguien le dijo que se iba a llevar mucho más dinero. Pero lo que no le dijeron es que un juicio laboral en Argentina normalmente no dura menos de cuatro años, después tiene que ganarlo, lo que en su caso es bastante complicado, y después tiene que cobrar lo que su abogado le diga...
 — Yo no quiero problemas, pero...
 — Hágame caso Suárez, además del dinero se va a llevar un buen certificado de trabajo, recomendación, y piense que lo que le ofrezco es hoy, y usted se va a llevar la plata sin darle explicaciones a nadie...
 — Es que el abogado...
 — Los abogados viven de gente como usted Suárez, seguro que él le dijo que no viniera más por la empresa... —no hizo falta que Miguel asintiera— se da cuenta, él no quiere que hable con nosotros, lógicamente, si llegamos a un arreglo él no ve un peso. Créame Suárez, cuando usted firme el poder, el juicio dejó de ser suyo, el dueño de lo que algún día se consiga va a ser él, y le va a dar a usted las migajas...
  Miguel se levantó, no podía mantener más esa conversación, estaba saturado, tenía la boca seca, necesitaba un rato de tranquilidad para pensar un poco:
 — Yo... Yo tengo que hablarlo con mi señora... —dijo dirigiéndose hacia la puerta.
 — Decídase antes que sea tarde Suárez... Lo espero por aquí.
 “ Renuncio por propia voluntad, habiendo percibido todos mis haberes...”
 Llegó a su casa de mal humor, habían sido varias cervezas y no había encontrado la solución.
 — Linda hora para llegar... —dijo Susana, su esposa, sentada en la mesa de la cocina.
 —...
 — Por lo menos contestá.
 — ¿ Qué querés que te conteste ? todo me sale para la mierda...
 — Chupando cerveza en el boliche no se te van a arreglar los problemas ?contestó ella caminando hacía la cocina— ¿ Te caliento un poco de comida ?
 Él, se derrumbó a la mesa por toda contestación.
 — ¿ Qué pasó al fin con el trabajo ? —preguntó ella sin mirarlo.
 — Me quieren despedir, me ofrecieron mil ochocientos pesos...
 — ¿ Fuiste a ver al abogado que te dijo mi hermano ?
 — Sí, fui, debe ser un garca ése...
 — ¿ No te lo recomendó César ?.
 — Sí, basta que no vaya prendido tu hermanito.
 — No sé por qué sos tan turro ¿ qué te hizo él ?
 — Mejor no hablemos de eso...
 Ella, pasó la mano sobre la descolorida fórmica de la mesa limpiando algunas migas, luego depositó el plato de comida, abrió la heladera, tomó la botella de vino y una soda, también le llevó pan, vaso y los cubiertos, después se sentó frente a él:
 — ¿ Y qué vas  a hacer ?
 — No sé, la verdá que no sé...
 — De que te perdonaran...
 — No, ni hablar. Seguro que el hijo de puta ése de Bagliati le fue con mentiras ¡ Cómo me jodió !
 — El abogado qué te dijo.
 — Dice que se puede sacar más plata, pero que hay que esperar.
 — ¿ Cuánto ?
 — Él dice cinco o seis meses, pero el del laburo me aseguró que el juicio no baja de cuatro años... y creo que tiene razón. Te acordás de Medina, lo encontré hace un tiempo, me contó que tuvo un juicio en una fabrica que trabajaba, siete años y al final el abogado le vino con que hubo muchos gastos, excusas. Cobró la mitad de lo que le habían ofrecido al principio.
 Ella pensó un largo rato mientras él devoraba la comida:
 — Si querés hacerle caso al abogado yo tengo unos pesos guardados...
 — Así qué me cagabas guita vos... con razón nunca alcanzaba.
 — ! Yo guardaba ! no te cagaba nada, sino no te la ofrecería ahora.
 Tomó el vaso de vino y lo terminó antes de contestarle:
 — ¿ Cuánta guita tenés ?
 — Casi trescientos.
 — Eso no alcanza para una mierda, en diez días estamos en bolas; y seguro que el buitre hijo de puta ése...
 “ Renuncio por propia voluntad, habiendo percibido todos mis haberes... “
 La crónica frase, como a muchos otros, lo estaba hundiendo en la depresión, él sabía lo que significaba en esta época. La repetía en sus sueños, en sus delirios diarios, no podía despegarse de ella.
El papel le temblaba en la mano, no estaba acostumbrado a tomar decisiones, y menos de ésta importancia. Las últimas conversaciones seguían girando dentro de su cabeza. Miró instintivamente su reloj, eran las nueve de la mañana, se sorprendió al darse cuenta de que todo había sucedido en menos de veinticuatro horas:
— Un día... un mal día Miguelito —se dijo.
 Apoyó la hoja de papel sobre el mostrador, lentamente la fue impulsando por debajo del vidrio de la ventanilla, hasta la mano del empleado de correos, sintió como si estuviera colocando por fin la frase que lo perseguía en su lugar. Sí, allí, en su propia lápida.
 " Renuncio por propia voluntad, habiendo percibido todos mis haberes..."

 ©  Alberto Sánchez Danza  10/97