Me siento atado.
Debe ser la obsesión por encontrar la perfección del
relato, los persona-jes, el escenario, las situaciones y los adjetivos
que decoren el cuento.
No creo en musas descartables, ni en el talento improvisado, ni en
los sueños transitorios que fugan precipitadamente y me dejan sin
ideas y sin poder expresarme del modo que deseo.
Pero seguramente un día encontraré el concurso de la
fantasía, que venga a visitarme y se quede por un tiempo. El suficiente
que necesite para escribir lo que quiero, sin que me preocupen las formas
o el modelo o el estilo. Ese rato en el que fluyan a través
de la tinta de mi lapicera las ideas que pretendo, ingeniosas, desbor-dadas,
imprevisibles, y que sorprendan.
Pero ...¿dónde estará lo que necesito si
no lo encuentro dentro de mi cabeza? ¿Estará en una
burbuja que al tocarla estalle? ¿Estará en un núcleo
inaccesible que no tiene ubicación geográfica en mi cuerpo
?
¿Serán las noches y los días, o los cielos, o
las dudas, o todo eso mezcla-do que concurre y no me encuentra? ¿O
será otra cosa o nada de eso ?
Quisiera romper las sogas que me mantienen atado. Aniquilar los canda-dos
del silencio que me tienen cautivo. Quitar la mordaza que me priva de poder
escuchar y escribir mis palabras o mis gritos.
Si pudiese cortar las amarras del barco que mantiene anclado mi ingenio,
y estallase en tormenta de frases y palabras para armar el relato que no
encuentro, entonces podría escribir lo que quiero.
Y sino seguiré esperando a que suceda el imprevisto. Pero
si no ocurre, esperaré de todos modos. Ya vendrán a visitarme
las musas verdaderas, sin que las espante el vacío, que hoy tengo
adentro...