El último héroe
por Gabriel Rodríguez García


 Ya no podía más, su cuerpo no respondía, el rugir de las balas lo volvía loco, lo confundía, quería descansar un poco, solamente un poco, pero el lodo y la sangre no eran un buen lugar para dormir. Sus únicos acompañantes eran sus amigos de batalla, ahora bultos de carne en descomposición. Tenía ganas de ver algo bello, algo que le diera esperanzas, “si tan sólo pudiera ver el rostro de una mujer”, pero eso era pedir demasiado. La noción del tiempo era un lujo inútil, solamente la esperanza del saber que existía algo diferente, algo mejor, le era permitido, le mantenía vivo. El tiempo pasó y seguía sin poder conciliar el sueño, bajo aquel manto de luces y esa opera infernal le era imposible dormir, - No más , no más, .... no más - su grito cruzo las praderas congelando la sangre del mas osado - No más - quería llorar pero ya no le quedaban lagrimas así que mejor durmió.

 La guerra terminó, cuando despertó en el hospital militar le informaron que había salvado a un sin número de hombres gracias a sus gritos de alerta. Regresó a casa como héroe de guerra, con un gran número de estrellas y reconocimientos por su valor en combate.

 “ Valor en combate, que es el valor cuando el único deseo es morir, ¿acaso es valiente el medroso?” pensaba entre lágrimas. El frío de las calles de la ciudad lo obligaba a taparse con cartones y periódicos, la lluvia le recordaba las cruentas noches de combate y lo hundían más en su miseria, de ves en cuando le caían monedas y podía comprar licor. Cómo deseaba estar con sus amigos, seguramente estaban mejor alla arriba. El traje militar lo atormentaba constantemente pero no tenía otra cosa que ponerse, solamente los niños le sonreían y se  acercaban un poco, pero sus madres los jaloneaban lejos de él, - En que monstruo me he convertido -. Un día una mujer con un micrófono se acercó y le hizo una serie de preguntas, la luz incandescente le lastimaba los ojos, repentinamente estalló en lágrimas, - No más, por favor no más-  durmió una vez más rendido ante una batalla que no podía ganar. Despertó en una cama y el olor a comida le hizo creer que estaba soñando, un televisor hablaba de como la opinión pública estaba avergonzada al ver que sus héroes de guerra vivían en las calles. Cansado apagó el televisor, tenia suficiente con aguantarse a si mismo, como para aguantarse en el noticiero. Sin fuerzas de entender lo que pasaba tomo una decisión y se durmió.

 Despertó en plena fiesta, se encontraban todos, su padre, sus amigos de antaño, hasta su perro, rió, lloró, lloraba de felicidad, bailaba y gozaba, charlaba con camaradas acerca de los buenos tiempos y de el gusto que le daba al estar con ellos, después de tanto tiempo era realmente feliz. Ya no tenía tiempo para dormir.

 En el albergue nunca supieron por qué tomó la decisión de suicidarse, seguramente le tiene miedo a la vida, decían unos; de seguro le afecto la fama, decían otros, pero a fin de cuentas a quién le importaba, era solamente un vago más.