De repente todo se oscureció, y algo increíblemente pesado me golpeó la espalda.
Lunes 9 de octubre de 1.964
Madrid. En el día de ayer ocurrió un terrible accidente,
en el que milagrosamente fue rescatado con vida un hombre todavía
sin identificar. Una marquesina, debido a las intensas lluvias habidas
durante los últimos días en la Capital y que según
los vecinos de la zona ya habían denunciado su deterioro, cayo sobre
un transeúnte que pasaba casualmente por la zona. En un primer momento
nadie tenía conocimiento de si existían víctimas en
el suceso, pero tras tres horas de retirar escombros y hierros retorcidos,
apareció una mano la cual dio lugar al descubrimiento de lo que
en un principio se penso era un cadáver, y que luego se comprobó
que aún quedaba un hilo de vida en su interior. El herido es un
varón entre veinte y veinticinco años de edad, complexión
atlética y aproximadamente 184 cm de estatura, al carecer de documentación
alguna aun no se conoce su identidad, se solicita si alguien conociera
la desaparición de una persona de estas características se
persone para su identificación en el centro hospitalario de...
Perdí un brazo y las dos piernas, nada que fuera a necesitar
los siguientes veinte años.
A partir de aquello todos los recuerdos de esos años fueron
una interminable retahíla de ideas, sin pies ni cabeza, un principio
de gurullo paranoico, donde todo lo que me llegaba del exterior era NADA.
¿Lo entiende?, NADA. Al principio ni uno solo de mis sentidos era
capaz de percibir algo, sólo con el paso del tiempo, mi cuerpo pudo
recomponer parte de lo que aquel accidente produjo en mi interior, y gracias
a ello empezó a percibir sensaciones.
Lo que le quiero contar en este relato, son los interminables momentos
de lucidez que todavía afloran en mis recuerdos de aquel vacío
absoluto.
PRIMER CONTACTO
Desperté, surgió de repente una conciencia de mí,
algo en el interior me mostraba un sentimiento, el único sentimiento
que aquel primer momento de consciencia me permitió asimilar, TERROR.
Terror a ese silencio, a esa sensación de flotar, no sentir la propiedad
del cuerpo, era como ser un elemento de aire, de aire englobado, nada rozaba
tu piel, nada hacía adivinar que estabas vivo. Muerte, silencio
y terror, es que aquello sería el Más Allá, el cielo,
el nirvana, aquello en lo que me había convertido ¿era un
castigo o una recompensa?. Soledad; una irresistible soledad, que te atraía
hacia su telaraña, te enredaba y reinaba sobre ti.
Pero no, aquél sentimiento de soledad casi duró una eternidad.
Allí había algo más, algo que no “conseguía
- debía” adivinar, pero que presentía, habitaba en mí,
se alimentaba de mi propia autonomía y comprendí que ya nunca
estaría solo.
Nada y todo aparecía ante mí, conseguí visualizar
como en una pesadilla cualquiera, elementos flotando a mí alrededor,
yo era su astro, su creador, su única existencia. Sabía que
todo aquello hablaba sobre mí, pero no conseguía alcanzarlo
y menos aun enlazarlos. Sólo el tiempo (me sobraba, no crea) me
ayudó a recuperar uno a uno aquellos malditos y maravillosos recuerdos.
Mi pregunta ahora era, cual de los principios filosófico-químico-físico-matemáticos
aplicaba en aquel momento a mí estado hipercorporeo de conciencia
extracarnal, porque una vez superado el terror del principio de mi nueva
era, me surgían auténticas visiones de un cuerpo metamorfoseándose,
rodeado de hilos de seda surgidos de un apéndice abdominal, para
dar lugar a un ente diferente, el alumbramiento del nuevo hombre, el superhombre
o el ser mitológico-repugnante en que me iba a reencarnar. Un escalofrío
atravesó mi no-cuerpo, y volví a sumergirme en un estado
de inconsciencia súbita...
BLOP
Blop, Blop, Blop... ese fue mi primer acercamiento a lo que aparentemente
fue una mejoría, una
aproximación a la verdad.
Blop, blop, blop, un sonido me sacó de aquel sueño etéreo,
comprobé a que extraño sortilegio era debido aquel peculiar
y familiar sonido. Si ahora se acercaba uno de aquellos elementos que flotaban,
y en él un recuerdo. El recuerdo de un objeto, no mejor dicho una
esfera saliendo de un liquido ¡burbuja!. Eso es, lo notaba como un
sonido muy peculiar y repetitivo, tan próximo a mí que quizá
era parte de mi nuevo espacio, algo en todo este nuevo mundo había
cambiado, sentía, pero como era posible sentir más allá
de la Soledad reinante, pude advertir que mi mundo no era tan silencioso...
Tomtom, tomtom, tomtom, ahí estaba otra vez. Divagué
en mis antiguas enseñanzas pues quizá algo de mis vivencias
en la tierra me sirvieran para descifrar tan magnífico sentimiento,
claro que acaso yo nunca habría vivido antes aquello. El sonido
era constante, mantenía un ritmo y una regularidad, debía
descifrar aquello, en el interior de mi ceguera la luz volvió a
brillar, los recuerdos seguían flotando a mi alrededor, en ese líquido
amniótico en el cual me balanceaba, quizá toda aquella teoría
de la reencarnación era verdad y lo que estaba llevándose
a cabo en aquel momento era mi nuevo alumbramiento. Cuál sería
mi forma, en qué lugar del universo volvería a ser yo, eran
momentos de intriga e ilusión, mis recuerdos cada vez surgían
con mas comodidad, era increíble la arrogancia del vacío,
hasta qué punto mi conocimiento podía desgajar cada una de
aquellos pensamientos y vivencias de mi anterior existencia. Conseguí
en aquel momento la pureza del conocimiento y la verdad que sobre mí
siempre había estado pesando. Empezaban a surcar mi nueva mente
hordas de ideas y pensamientos. Recordaba. Todos los satélites que
orbitaban a mí alrededor, como por una fuerza de gravedad absoluta
que les atraía y a la vez los repelía, eran maravillosos
imaginarlos y pensar que algunos de aquellos apéndices que aún
estaban demasiado lejos, poco a poco los recuperaría y por fin sería
el todo que en un principio fui. De repente un fluido de información
entraba dentro de mí. Todo me era conocido, eran las percepciones
de una vida intensa, de una vida que aun no sabía si me había
pertenecido, recuerdos de un cuerpo imperfecto, de muchos cuerpos imperfectos;
aquellas memorias de unidad elemental desaparecen ante mi nueva esencia,
valores gravemente tatuados en mi antiguo cuerpo desaparecían ante
mi nuevo horizonte, sentimientos elementales de vidas frágiles,
carne mortal, existencia limitada. Desesperación, aniquilación,
devastación, perdida de conciencia vacío continuo, fin...
¡BOUM!
Mi siguiente despertar fue caótico, de repente ese sinfín
de anexos que pendían de mí, cual si un
muelle los impulsara, entraron como bombas en mi interior, mis recuerdos
de repente abandonaron ese estado fluctuante en el que se encontraban y
formaron un todo dentro de mi “mente”. Descubrí toda la verdad de
mí sustancia en un segundo, mi historia vivida rescatada, destrozo
lo que en ese momento era, lo que en ese momento creía que era.
Exploto y sangró mi alma por aquel conocimiento extremo de mí;
voló aquella sensación de bienestar y me sumió en
un último vacío.
FIN
Sí, aún recuerdo el dolor, la ansiedad en la que me sumí,
el horror al que me vi sometido. El conocimiento del porque, me devastó
completamente lo poco que quedaba de mí, me sumió en un agujero
de decepción y de amargo sufrimiento en el que desgraciadamente
aun me encuentro. Sentí mi escaso cuerpo, el lejano latido de mi
corazón (aquel estúpido tom tom) el repugnante gorgoteo del
oxigeno (blop blop) y la máquina que controlaba las constantes de
lo que aún quedaba de mi. Todo se acabó, era el pleno saber
de la destrucción parcial de una vida, el atroz desenlace de una
serie de coincidencias político-ambientales y estructurales, que
terminaron por desgajar aquello que aplasto mi frágil cuerpo. Abrí
los ojos y observé la luminosa habitación donde mi ultrajado
cuerpo había descansado durante “veinte años”. Observe con
sumo cuidado cada centímetro de aquella pared frente a mí,
quería conocer perfectamente lo que mi vida había perdido
durante ese largo periodo, la tediosa mirada de una blanca pared, en ese
momento deseé seguir sumido en aquel mundo de fantasía absurda
en el que mi inconsciencia mi había sumergido. Grité, no
recuerdo la duración ni el tono que le di, pero todo el aire de
esos pulmones perjudicados salió por mi garganta con la fuerza de
una tempestad, creo que fue el grito mas enfurecido que jamas se ha oído
en la tierra, el largo lamento de la muerte lenta del espíritu,
la soledad del combatiente, la agonía del desterrado. Fue entonces
cuando apareció la enfermera, me miró con unos ojos desorbitados,
incrédulos y sorprendentemente sonrió, con una expresión
de comprensión que deshizo todo el sentimiento de desesperación
que había en mí, nos miramos, echó un vistazo a la
maquina y salió corriendo de la habitación. Al cabo apareció
usted en el umbral de la puerta, se acercó, cogió mi única
mano, la apretó y dijo –bienvenido-.
Francisco J. Tomas