Vacío absoluto
por Francisco J. Tomas


De repente todo se oscureció, y algo increíblemente pesado me golpeó la espalda.

Lunes 9 de octubre de 1.964
 Madrid. En el día de ayer ocurrió un terrible accidente, en el que milagrosamente fue rescatado con vida un hombre todavía sin identificar. Una marquesina, debido a las intensas lluvias habidas durante los últimos días en la Capital y que según los vecinos de la zona ya habían denunciado su deterioro, cayo sobre un transeúnte que pasaba casualmente por la zona. En un primer momento nadie tenía conocimiento de si existían víctimas en el suceso, pero tras tres horas de retirar escombros y hierros retorcidos, apareció una mano la cual dio lugar al descubrimiento de lo que en un principio se penso era un cadáver, y que luego se comprobó que aún quedaba un hilo de vida en su interior. El herido es un varón entre veinte y veinticinco años de edad, complexión atlética y aproximadamente 184 cm de estatura, al carecer de documentación alguna aun no se conoce su identidad, se solicita si alguien conociera la desaparición de una persona de estas características se persone para su identificación en el centro hospitalario de...
 
Perdí un brazo y las dos piernas, nada que fuera a necesitar los siguientes veinte años.
A partir de aquello todos los recuerdos de esos años fueron una interminable retahíla de ideas, sin pies ni cabeza, un principio de gurullo paranoico, donde todo lo que me llegaba del exterior era NADA. ¿Lo entiende?, NADA. Al principio ni uno solo de mis sentidos era capaz de percibir algo, sólo con el paso del tiempo, mi cuerpo pudo recomponer parte de lo que aquel accidente produjo en mi interior, y gracias a ello empezó a percibir sensaciones.
Lo que le quiero contar en este relato, son los interminables momentos de lucidez que todavía afloran en mis recuerdos de aquel vacío absoluto.

PRIMER CONTACTO
Desperté, surgió de repente una conciencia de mí, algo en el interior me mostraba un sentimiento, el único sentimiento que aquel primer momento de consciencia me permitió asimilar, TERROR. Terror a ese silencio, a esa sensación de flotar, no sentir la propiedad del cuerpo, era como ser un elemento de aire, de aire englobado, nada rozaba tu piel, nada hacía adivinar que estabas vivo. Muerte, silencio y terror, es que aquello sería el Más Allá, el cielo, el nirvana, aquello en lo que me había convertido ¿era un castigo o una recompensa?. Soledad; una irresistible soledad, que te atraía hacia su telaraña, te enredaba y reinaba sobre ti.
Pero no, aquél sentimiento de soledad casi duró una eternidad. Allí había algo más, algo que no “conseguía - debía” adivinar, pero que presentía, habitaba en mí, se alimentaba de mi propia autonomía y comprendí que ya nunca estaría solo.
Nada y todo aparecía ante mí, conseguí visualizar como en una pesadilla cualquiera, elementos flotando a mí alrededor, yo era su astro, su creador, su única existencia. Sabía que todo aquello hablaba sobre mí, pero no conseguía alcanzarlo y menos aun enlazarlos. Sólo el tiempo (me sobraba, no crea) me ayudó a recuperar uno a uno aquellos malditos y maravillosos recuerdos.
Mi pregunta ahora era, cual de los principios filosófico-químico-físico-matemáticos aplicaba en aquel momento a mí estado hipercorporeo de conciencia extracarnal, porque una vez superado el terror del principio de mi nueva era, me surgían auténticas visiones de un cuerpo metamorfoseándose, rodeado de hilos de seda surgidos de un apéndice abdominal, para dar lugar a un ente diferente, el alumbramiento del nuevo hombre, el superhombre o el ser mitológico-repugnante en que me iba a reencarnar. Un escalofrío atravesó mi no-cuerpo, y volví a sumergirme en un estado de inconsciencia súbita...

BLOP
Blop, Blop, Blop... ese fue mi primer acercamiento a lo que aparentemente fue una mejoría, una
aproximación a la verdad.
Blop, blop, blop, un sonido me sacó de aquel sueño etéreo, comprobé a que extraño sortilegio era debido aquel peculiar y familiar sonido. Si ahora se acercaba uno de aquellos elementos que flotaban, y en él un recuerdo. El recuerdo de un objeto, no mejor dicho una esfera saliendo de un liquido ¡burbuja!. Eso es, lo notaba como un sonido muy peculiar y repetitivo, tan próximo a mí que quizá era parte de mi nuevo espacio, algo en todo este nuevo mundo había cambiado, sentía, pero como era posible sentir más allá de la Soledad reinante, pude advertir que mi mundo no era tan silencioso...
Tomtom, tomtom, tomtom, ahí estaba otra vez. Divagué en mis antiguas enseñanzas pues quizá algo de mis vivencias en la tierra me sirvieran para descifrar tan magnífico sentimiento, claro que acaso yo nunca habría vivido antes aquello. El sonido era constante, mantenía un ritmo y una regularidad, debía descifrar aquello, en el interior de mi ceguera la luz volvió a brillar, los recuerdos seguían flotando a mi alrededor, en ese líquido amniótico en el cual me balanceaba, quizá toda aquella teoría de la reencarnación era verdad y lo que estaba llevándose a cabo en aquel momento era mi nuevo alumbramiento. Cuál sería mi forma, en qué lugar del universo volvería a ser yo, eran momentos de intriga e ilusión, mis recuerdos cada vez surgían con mas comodidad, era increíble la arrogancia del vacío, hasta qué punto mi conocimiento podía desgajar cada una de aquellos pensamientos y vivencias de mi anterior existencia. Conseguí en aquel momento la pureza del conocimiento y la verdad que sobre mí siempre había estado pesando. Empezaban a surcar mi nueva mente hordas de ideas y pensamientos. Recordaba. Todos los satélites que orbitaban a mí alrededor, como por una fuerza de gravedad absoluta que les atraía y a la vez los repelía, eran maravillosos imaginarlos y pensar que algunos de aquellos apéndices que aún estaban demasiado lejos, poco a poco los recuperaría y por fin sería el todo que en un principio fui. De repente un fluido de información entraba dentro de mí. Todo me era conocido, eran las percepciones de una vida intensa, de una vida que aun no sabía si me había pertenecido, recuerdos de un cuerpo imperfecto, de muchos cuerpos imperfectos; aquellas memorias de unidad elemental desaparecen ante mi nueva esencia, valores gravemente tatuados en mi antiguo cuerpo desaparecían ante mi nuevo horizonte, sentimientos elementales de vidas frágiles, carne mortal, existencia limitada. Desesperación, aniquilación, devastación, perdida de conciencia vacío continuo, fin...

¡BOUM!
Mi siguiente despertar fue caótico, de repente ese sinfín de anexos que pendían de mí, cual si un
muelle los impulsara, entraron como bombas en mi interior, mis recuerdos de repente abandonaron ese estado fluctuante en el que se encontraban y formaron un todo dentro de mi “mente”. Descubrí toda la verdad de mí sustancia en un segundo, mi historia vivida rescatada, destrozo lo que en ese momento era, lo que en ese momento creía que era. Exploto y sangró mi alma por aquel conocimiento extremo de mí; voló aquella sensación de bienestar y me sumió en un último vacío.

FIN
Sí, aún recuerdo el dolor, la ansiedad en la que me sumí, el horror al que me vi sometido. El conocimiento del porque, me devastó completamente lo poco que quedaba de mí, me sumió en un agujero de decepción y de amargo sufrimiento en el que desgraciadamente aun me encuentro. Sentí mi escaso cuerpo, el lejano latido de mi corazón (aquel estúpido tom tom) el repugnante gorgoteo del oxigeno (blop blop) y la máquina que controlaba las constantes de lo que aún quedaba de mi. Todo se acabó, era el pleno saber de la destrucción parcial de una vida, el atroz desenlace de una serie de coincidencias político-ambientales y estructurales, que terminaron por desgajar aquello que aplasto mi frágil cuerpo. Abrí los ojos y observé la luminosa habitación donde mi ultrajado cuerpo había descansado durante “veinte años”. Observe con sumo cuidado cada centímetro de aquella pared frente a mí, quería conocer perfectamente lo que mi vida había perdido durante ese largo periodo, la tediosa mirada de una blanca pared, en ese momento deseé seguir sumido en aquel mundo de fantasía absurda en el que mi inconsciencia mi había sumergido. Grité, no recuerdo la duración ni el tono que le di, pero todo el aire de esos pulmones perjudicados salió por mi garganta con la fuerza de una tempestad, creo que fue el grito mas enfurecido que jamas se ha oído en la tierra, el largo lamento de la muerte lenta del espíritu, la soledad del combatiente, la agonía del desterrado. Fue entonces cuando apareció la enfermera, me miró con unos ojos desorbitados, incrédulos y sorprendentemente sonrió, con una expresión de comprensión que deshizo todo el sentimiento de desesperación que había en mí, nos miramos, echó un vistazo a la maquina y salió corriendo de la habitación. Al cabo apareció usted en el umbral de la puerta, se acercó, cogió mi única mano, la apretó y dijo –bienvenido-.

Francisco J. Tomas